El elogio de la sombra
Título: El elogio de la sombra
Título Original: (Inʼei Raisan, 1933)
Autor: Junichiro Tanizaki
Editorial:
Satori
Colección: Clásicos Satori
Copyright:
© Satori Ediciones, 2016
© Prólogo: Yayoi Kawamura
Traducción: F. Javier de Esteban BaquedanoEdición: 1ª Edición: Marzo 2016
ISBN: 9788494468537
Tapa: Dura
Etiquetas: arquitectura arte otras culturas folklore ensayo filosofía filosofía oriental literatura japonesa reflexiones estética cultura oriental cultura japonesa tradiciones manifiesto
Nº de páginas: 120
Argumento:
Junichiro Tanizaki, escritor japonés que vivió entre 1886 y 1965, es considerado por muchos como una de las piedras angulares de la literatura japonesa del siglo XX. En "El elogio de la sombra" nos trae un pequeño y personal acercamiento a la cultura japonesa.
Consciente de los avances de la tecnología, de la manera en que la estética occidental iba ocupando espacios alegando comodidad, limpieza y modernidad, Tanizaki redacta una especie de manifiesto en el que contrapone la cultura occidental, centrada en la luz, con la cultura japonesa, mucho más dada a la sutileza, a la delicadeza y al juego con las sombras como elemento estético y vital.
Opinión:
Ya en el epílogo del también traductor F. Javier de Esteban Baquedano se apunta que este ensayo tiene algo de privado. No estamos ante una disertación sobre la cultura japonesa desde una visión absolutamente objetiva, sino ante una especie de manifiesto personal sobre la concepción de la cultura. Por supuesto, la observación de Tanizaki está basada en la realidad, no únicamente en su punto de vista, pero sí que el estilo de la prosa es más cercano a lo personal, a lo privado, que a ese tipo de escritura distante y fría que suele tener un ensayo en sentido estricto.
La manera en que inicia su reflexión es ya en sí misma personal, pues la plantea desde la idea de construirse una casa y todo lo que implica el intento de mantener lo tradicional cuando el mundo parece haber abandonado esos conceptos por la modernidad, la luz eléctrica y las baldosas blancas de los cuartos de baño. Respecto a este tema, encontramos una anécdota relacionada con el escritor Natsume Sōseki, quien alababa las virtudes del retrete japonés. Hablaba del placer fisiológico que suponía, pero Tanizaki añade que es un lugar magnífico para poder disfrutar casi de un recogimiento, de un momento de reflexión.
A medida que avanzamos por la construcción del hogar, nos detenemos en algunos conceptos que nos dejan comprender el porqué del título de este libro. Y es que, además de recalcar que a ellos, los japoneses, no les gusta lustrar la plata, que prefieren que los objetos se cubran de tiempo, de sombras, también nos habla de la distribución, de la belleza de ese juego entre la luz y la sombra que los occidentales no comprenden y que, poco a poco, se va perdiendo en pos de la modernidad. Para él, los utensilios o las piedras pueden tener una luz, pero una «que nos hable de la pátina del tiempo, una luz revestida de turbiedad».
El juego entre luces y sombras queda perfectamente explicado al hablar de los objetos o los muebles con algún toque de oro. No es por ostentación, sino porque, en los espacios de los hogares tradicionales, la sombra permitía que aquel oro fuera una luz en la oscuridad, no hiriente, sino en armonía con el entorno. De esa manera, se iba mostrando un brillo que parecía provenir de las profundidades.
Este juego de contrastes le llevan a hablar de algunas tradiciones, del teatro, de la estética femenina, de la comida y del lugar del que proviene esa asociación de la belleza con la sombra, con la vida cotidiana, en la que, durante mucho tiempo, había oscuridad y se podía encontrar lo hermoso en aquellos pequeños y sutiles destellos de luz que eran permitidos precisamente porque no todo era luz. Y en esa oscuridad también se podía encontrar la calma, esa calma que parece tan misteriosa para los occidentales.
En algún momento de este ensayo, manifiesto o reflexión, comenta que tiene la sensación que, mientras los occidentales han llegado hasta el lugar al que han llegado siguiendo un curso natural, los japoneses no lo han hecho, sino que han seguido una dirección que se aleja de sí mismos, una dirección prestada. Creo que es una sensación que, a menudo, tenemos todas las culturas, incluso todas las personas, que vemos cómo el ritmo apresurado del mundo nos arrastra en un torbellino que nos supera y nos lleva a un lugar que, al principio, nos puede resultar extraño. Pero como parece conseguir Tanizaki con esa búsqueda del equilibrio entre la modernidad de la que no puede huir y la tradición cultural y estética que tanto admira y añora, todos podemos encontrar pequeños lugares, pequeñas resistencias para reivindicar lo propio, lo que llevamos con nosotros desde que hemos nacido y que forma parte tanto de nuestra cultura como de nosotros mismos.
Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com