El cuento de la criada
Título: El cuento de la criada
Título Original: (Tha Handmaid's Tale, 1985)
Autor: Margaret Atwood
Editorial:
Salamandra
Colección: Narrativa Salamandra
Copyright:
© O. W. Toad Ltd., 1985
© Ilustración de cubierta: Fred Marcellino
© De la introducción: O. W. Toad Ltd., 2017
© De la edición en castellano: Ediciones Salamandra, 2017
Traducción: Enrique de HérizEdición: 1ª Edición: Abril 2017
ISBN: 9788498388015
Tapa: Blanda
Etiquetas: abuso de poder corrupción religión clases sociales control derechos humanos dictadura totalitarismo discriminación distopía destierro política feminismo mujeres igualdad literatura canadiense novela Nuevo Orden Mundial miedo terrorismo islámico censura discriminación sexual Gobierno castas maternidad víctimas represión social machismo explotación represión política futurista rebeliones infertilidad tiranos y déspotas prohibiciones cosificación postapocalipsis terrorismo biológico control gubernamental agentes tóxicos ultraconservadores
Nº de páginas: 416
Argumento:
Tras un atentado terrorista, la sociedad americana se vuelve ultraconservadora e instaura un nuevo sistema político basado en la represión de todos los derechos y libertades, un férreo control de la población, una organización social clasista y con estratos cerrados y la obediencia ciega al poder político y religioso.
En ese contexto, las mujeres son consideradas en su mera tarea reproductora (sobre todo porque el ataque terrorista causó una peligrosísima epidemia de infertilidad) y han perdido toda su capacidad para actuar con libertad.
Opinión:
Margaret Atwood publicó en 1985 una novela que hoy parece más actual que nunca (y así lo deja notar la propia autora en el prólogo de la reciente edición de Salamandra). Una novela distópica que nos pone frente a una nueva organización social tras un terrible atentado y que, para qué engañarnos, da mucho miedo.
De hecho, mis sensaciones mientras leía han ido transformándose a medida que iba avanzando en la novela: de la sorpresa a la incredulidad, del dolor al miedo, de la indignación a la reflexión. Pero sobre todo he tenido una terrible sensación de agresión: Atwood es capaz de presentarnos los pilares de una nueva sociedad (la República de Gilead) que elimina cualquier tipo de derecho en aras a la total protección del país (y, supuestamente, de los ciudadanos) tras la terrible agresión sufrida y de hacerlo sin valoraciones, casi objetivamente pero dejando que toda la carga emocional, reflexiva y casi me atrevería a decir de rebeldía, la pongamos nosotros, los lectores.
Este cambio de sensaciones está motivado por la propia forma en la que Atwood nos va adentrando en esa sociedad. Lo hace lentamente, poco a poco, dejando que cada uno de los aspectos de ella que nos va dando a conocer penetre en nosotros, de manera que es imposible no contraponer lo que ocurre en la novela a lo que estamos viviendo actualmente y no reflexionar sobre si sería posible que algo así llegara a ocurrir y, lo que es más importante, si reaccionaríamos como la mayoría de los personajes lo hacen si llegase a tener lugar algo así (y, tristemente, creo que sí lo haríamos). La presentación de esa sociedad es tan detallada y exhaustiva que se prolonga hasta bastante avanzada la lectura, casi podríamos decir que hasta el final porque la última parte, en la que se da cuenta de las corruptelas que también afectan a esta organización social, también es una forma de seguir mostrándonos cómo es y cómo se vive en ella.
Uno de los aspectos que más miedo me ha dado de todo lo que nos cuenta Atwood sobre esa sociedad ultraconservadora es el papel que se nos reserva a las mujeres. Es cierto que toda la sociedad está perfectamente estratificada y que, incluso, cada estrato o clase social está obligada a vestir de una determinada manera para ser identificado y, por lo tanto, tratado como ordena la ley pero ese control férreo de todo lo que tiene que ver con los ciudadanos se hace aún más implacable cuando hablamos de las mujeres. De hecho, hay una casta (por llamarlo de alguna manera) que está formada sola y exclusivamente por féminas en edad de procrear que son tratadas como meros recipientes de futuros ciudadanos. Esta cosificación de la mujer, esta invisibilización y este tratarlas como meras portadoras de la semilla de la vida me ha inquietado muchísimo pero me ha hecho pensar mucho en cómo tratamos o somos tratadas las mueres actualmente en nuestra sociedad y en otras sociedades. El control es tan exhaustivo que las mujeres hasta pierden su propio nombre y pasan a llamarse con la preposición posesiva y el nombre de su "dueño": DeFred, DeGlen, etc.
Narrado en primera persona por una de esas mujeres fértiles sin nombre, vamos asistiendo con pavor, sorpresa y hasta repulsión a la sociedad que nos va presentando poco a poco. La sabia combinación de tiempos narrativos que hace la autora (va mezclando el pasado de la narradora, aquellos días en los que era libre, una mujer como cualquiera de nosotras) con el presente asfixiante en el que vive va no solo propiciando la reflexión de Defred sobre el cambio que se ha producido en la sociedad norteamericana y qué consecuencias ha tenido sobre la población, sino también nuestra propia reflexión al respecto.
Sobre el papel vamos viendo rituales de apareamiento, rituales de castigo, rituales de festejo tras el nacimiento de un nuevo bebé. Descubrimos cómo se adoctrina y modela a las criadas, esta casta destinada exclusivamente a la procreación, y cómo las mujeres que en su momento fueron libres van reprimiéndose y adaptándose (quizá por pura supervivencia) a esta sociedad controladora y ultraconservadora. Y también vamos averiguando qué ocurre con las rebeldes y con las que ya no están en edad fértil.
Pero Atwood también nos hace pensar en que, en el fondo, ningún sistema es perfecto. Por contraste o, quizá, por predicción de a lo que podemos llegar, la autora critica y nos hace reflexionar sobre nuestra manera actual de vivir. Y, del mismo modo, también nos va presentando el submundo (o, mejor dicho, los submundos) que subyacen por debajo de esa organización social totalitaria: sus pequeñas y grandes corrupciones, sus rebeldías, sus sinsentidos o quienes luchan por un mundo mejor.
En definitiva, Atwood nos ofrece una novela distópica que tiene gran parte de realidad, una novela de ficción que puede llegar a ocurrir (o que, aunque en diferentes partes del mundo, está ocurriendo ya), una novela que nos habla de desigualdad, de dominación, de opresión máxima y de cómo se vive cada día en un sistema así; una novela que nos hace reflexionar sobre política, religión y organización social y que despierta no solo preguntas, sino sentimientos profundos, capaces de oprimir corazones y remover conciencias. Es decir, una novela que es alta literatura no solo por cómo está escrita sino, sobre todo, por su capacidad para transformar al lector.
Lidia Casado
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Comentario de los lectores:
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