Anika entre libros

El comité de la noche

Ficha realizada por: Carlos de la Fé
El comité de la noche

Título: El comité de la noche
Título Original: (El comité de la noche, 2014)
Autor: Belén Gopegui
Editorial: Literatura Random House


Copyright:

© Belén Gopegui, 2014

© Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U., 2014

Edición: 1ª Edición: Octubre 2014
ISBN: 9788439729099
Tapa: Blanda
Etiquetas: abuso de poder corrupción mafia crítica social política farmamafias literatura española novela thriller ficción contemporánea chantajes sobre escritores tráfico ilegal farmacéuticas especulación
Nº de páginas: 272

Argumento:

Alex y Carla son dos mujeres que rondan los treinta cuyas vidas van a coincidir en torno al denominado comité de la noche, un grupo clandestino formado por activistas que luchan contra los intereses de multinacionales farmacéuticas que quieren influir en la legislación de los países para que se apruebe el pago por donar sangre.

Alex ha perdido su trabajo después de deambular entre hospitales públicos y privados, y ahora se ve obligada a volver a la casa familiar con su hija menor y convivir con su padre y su madre. Pero Alex sale de noche a reuniones sobre las que guarda silencio cuando le preguntan, mientras pasa sus días escribiendo en un blog.

Carla tuvo que emigrar a Eslovaquia donde consiguió un trabajo en una empresa dedicada a los hemoderivados. Desde las altas instancias de su empresa comienza a tener presiones para manipular resultados de manera que se cree una escasez de sangre y de esta manera activar una respuesta legislativa en los gobiernos a favor del pago por donación.

Carla deberá elegir entre el chantaje que le ofrece su jefe con relaciones en el hospital donde ingresarán a un ser querido necesitado de un trasplante urgente o luchar por sus convicciones. A la misma vez, el comité de la noche -a través de Alex- insiste para que trabaje filtrando información para luchar contra la especulación. 

 

Opinión:

 

O comité da noite. Dice Belén Gopegui en un artículo de 2012 de Rebelion.org que "Cuando te pregunten por la poética de tus novelas piensa si te podría incriminar. Medirán los textos con respecto a tus intenciones, buscarán efectos. Y tus intenciones, y tus efectos, no están fuera del conflicto".

Esa segunda persona a quien va dirigida la reflexión no es otra que la misma autora, pero ese tú nos hace partícipes de sus palabras, era esa su intención (entre otras, seguro), y uno de sus efectos puede ser, por ejemplo, el simple hecho de que yo esté escribiendo esto y usted («Y cuando digo usted -decía Cortázar-, usted no existe para mí y sin embargo, vaya si existe porque usted y yo somos este encuentro desde tiempos y espacios distintos, una anulación de esos tiempos, y eso es siempre la palabra y la poesía») leyendo.

Belén Gopegui utiliza el lenguaje como un juguete, en el buen sentido de la palabra, si es que hay alguien capaz de darle un sentido taíno a esa hermosa palabra. Lo utiliza para jugar, para divertirse, para vivir, para, tal y como parece que se demuestra con cada estudio sobre el aprendizaje del ser humano, comunicarse con el mundo, y lo hace de tú a tú, con el lenguaje y con quien se adentra en sus letras.

O, como dice la autora, «La novela es lenguaje prolongado en el tiempo y tiene lugar en las personas tomadas de una en una. Cuando has escrito has querido acercarte a cada cuerpo en un tú a tú que os deje solos tanto como recordar que no, que la lectura no es sólo un cuerpo a cuerpo, una voz en el oído sino un reconocimiento».

Titulé este texto con los versos en galego de Olga Novo con los que Gopegui encabeza su nueva novela "El comité de la noche" (Penguin Random House, 2014) porque el idioma también es muy importante para cualquier lenguaje. O comité da noite tiene ese encanto, esa tersura que pocos idiomas dan. Esa suavidad puede ser una de las características del estilo de nuestra autora, y espero que a nadie se le ocurra decir que, precisamente, la suavidad es uno de los elementos distintivos de la literatura femenina. Y si alguien lo piensa que recuerde que «Las palabras que usáis también os usarán y tendréis que ponerlas en práctica», como dice Gopegui en otro artículo.

Hablo de suavidad como recurso estilístico con el que se demuestra que el perfecto engranaje de las palabras, sincronizadas con un ritmo más cercano a la poesía, tradicionalmente, que a la narrativa, no es una casualidad. Cualquiera puede escribir un frase más o menos atractiva pero no todo el mundo tiene la facultad para hacerlo frase tras frase, hoja tras hoja, novela tras novela. En palabras de uno de los personajes, el escribiente (un acierto de elección para contar), con las que empieza la segunda parte de la novela, «Hay historias que pasan por la piel como el filo suave de las uñas y la hacen despertar».

En "El comité de la noche" la trama se desliza por las cañerías de la novela sin hacer ruido. Gopegui, como una artesana maestra engarza los episodios con una naturalidad que de por sí hace que toda la historia sea verosímil. Nos cuesta no estar de acuerdo con las personas (más que personajes) que pueblan el universo textual, incluso cuando no lo estamos.

Alex y Carla son las protagonistas de "El comité de la noche", aunque, en este caso, decir algo así sea simplificar en extremo. La contraportada del libro nos cuenta que «Dos mujeres en la treintena libran una batalla contra el tráfico y la compraventa de sangre, de vida». Más que un resumen diríamos que se trata de una excusa, perfecta, eso sí, ideal, también, pero necesaria para orquestar lo que me atrevería a llamar la mejor novela que se ha escrito en mucho tiempo. Sobre todo, diría que es la novela que era necesaria escribir en este tiempo, pero que irá más allá y será (debería) recordada en un futuro que ya no es nada halagüeño.

De ahí que la trama sea a su vez un artefacto cargado con un material que a nadie puede dejar impasible. Nos plantea problemas éticos que solo desde la desvergüenza de un capitalismo voraz, inhumano y, más que nunca, sanguinario, pueden evadirse. Todo tiene consecuencias, cada acto y el acto de no actuar. Lo que hacemos y no hacemos tanto como lo que hubiéramos querido hacer y no hicimos.

De nuevo las causas y los efectos, pero no solo sobre los actos sino también sobre lo que se escribe y se lee, incluso, si se quiere, sobre los motivos por los que se escribe mientras nos planteamos si eso tendrá algún efecto sobre quien lo lea. Una especie de reflexión metaliteraria que nos encontramos en la novela entre dos de sus personajes, Carla y el escribiente, a propósito de la utilidad de las descripciones, nos puede ilustrar sobre el tema:

 

-¿Qué pasa? -pregunta Carla ante mi impaciencia visible.

-¿Para qué tanto detalle?

-Ah, las descripciones. Es verdad, yo a veces me las salto cuando leo. Pero a veces me propongo verlas.

[...]

Creo que la cadena de causa y efecto no se detiene nunca, pero callo [...]

-Ahora voy a contarte que bajé una cuesta y llegué a una intersección de calles imposible de cruzar a no ser por el paso elevado para peatones. Empecé a subir las escaleras, musgo y hierbas se abrían paso entre el cemento, me detuve en mitad del puente. Tú lo estás imaginando. Admito que ese puente y mis palabras forman parte de la cadena de causas y efectos. Lo único que digo es que es otra cadena, la de las cosas que imaginas.

-Ajá -digo a propósito, porque ajá tampoco forma parte de la cadena de causas y efectos de las cosas que nos tocan, sólo de las que leemos-.

 

La causa y el efecto de la literatura tienen relaciones íntimas con el proceso creativo y de lectura, como se colige de la teoría de la recepción, «Si después aún siguen queriendo conocer tu plan, nombra los dos procesos que te has ocupado en subvertir: cómo se lee y cómo se vuelve a la realidad después de haber leído». Planificar es imprescindible para la creación, para exponer con coherencia y, por lo tanto, investigar, y en esta novela en la que se cuentan acontecimientos relacionados con temas más o menos científicos, percibimos enseguida ese trabajo previo o simultáneo de investigación, lo que nos permite relajarnos a sabiendas de que los datos reales (para quienes gustan de esos anuncios tipo "basado en hechos reales" propios de telefilmes vespertinos) están ahí y de que, por lo tanto, la historia es factible.

Esos dos actos que siempre nos han querido hacer ver como distantes y distintos, el de escribir y el de leer, pueden ser inmediatos y parecidos en nuestro tiempo virtual. «Tampoco cuando escribes dejas al azar de la composición la vuelta a la realidad, el efecto. [...] Las manos cierran el libro y las visiones de lo que quisimos y no quisimos ser, el azar y la furia, orbitan nuestra imaginación, y su fuerza gravitacional provoca cambios».

Las conjunciones tendrán que seguir produciéndose, los encuentros y desencuentros, así como las asociaciones y hasta lo que la razón califica de casualidades a falta de un conocimiento más profundo. Como todo está relacionado y todo pasa por algún motivo o por ninguno, me puedo permitir contar que el mismo día que terminaba de leer "El comité de la noche" se cumplía el aniversario del nacimiento de Italo Calvino. Cuando mis manos cerraron el libro -y desde que me atrapo en sus primeras páginas- supe que me encontraba ante una de las mejores novelas que he leído jamás y, por esa coincidencia, recordé otra de las que me parecen inmortales, Si una noche de invierno un viajero, y de las propuestas que su autor vaticinó para la literatura de este milenio. Belén Gopegui, con esta novela, refuta y confirma a la vez todas y cada una de ellas, hace literatura con mayúscula a pesar del "miedo" que le tiene a esas palabras tan endomingadas, tan altivas, tan cercanas a la dictadura del lenguaje, de esos que «Todavía no se atreven a reclamar la propiedad del lenguaje pero afirman poseer los soportes».

Nunca somos la misma persona de antes justo después de cualquier acto. Escribir una novela, amar, leerla, cruzar la calle, comer, mojarnos bajo esa lluvia impredecible. Afortunadamente, porque ese cambio implica vida aunque nos conduzca en dirección a la muerte (¿Adónde si no?) o a otra forma de vivir o de entender. Esos detalles que una de las protagonistas de la novela, Carla, a veces se salta y otras se proponer ver, y que coindicen con la manera de sentir, ver, vivir e imaginar de la otra protagonista, Alex, cuando dice que «Algunas palabras son chispas, no se posan sino muy al final y mientras tanto iluminan el codo de una rama, dos cabellos, un poco de mejilla y cuando caen sobre el pantalón vaquero no lo queman, traen el último latido, candil de nieve, para ti, cuyo nombre no conozco pero me importa, y lo que importa, ya se sabe, cuenta».

Carlos de la Fé

 

Nota: Texto literal bajo licencia Creative Commons - Reconocimiento - No Comercial - Sin obra derivada 3.0 (CC BY-NC-ND 3.0) y con permiso expreso de la autora para su utilización en la reseña.

 

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