El club de los gourmets

Opinión:

Esta novela corta de Tanizaki nos lleva por un periplo sensorial, un camino lleno de descubrimientos intensos e interesantes, que van de la mano con otro inmenso vacío: el hastío. ¿De dónde surge un interés y hasta dónde se llega con esa necesidad?

El ser humano busca satisfacer todo tipo de necesidades, tanto básicas como superfluas, que hacen su día a día diferente, único. Sin ese acicate viviríamos una vida muy plana, monótona y sin sobresaltos. Incluso, a veces, la rutina le da un punto de vista divergente a la jornada, pues aunque hagamos lo mismo día a día, si tienes interés, puedes hacer de ésta algo muy entretenido, pero vamos al punto que nos lleva esta novela de Tanizaki.

Aquí tenemos dos aspectos rutinarios que se vuelven un momento único en la vida de estos cinco sibaritas: hacer vida social y comer. Son inconformistas, no quieren lo mismo cada día, buscan sabores, olores, sonidos, texturas, visualizaciones perfectas. Se dedican a buscar un plato que supere al anterior, aunque tengan que viajar lejos de la ciudad para disfrutarlo. Se convierten en buscadores de sensaciones, que poco a poco se convierte en un peso, pues nunca están satisfechos del todo. El camino jamás acaba.

Las ilustraciones de Yoko Nakajima le dan forma a este grupo, sus rostros sonrosados, orondos, sibaritas de la buena vida, porque pueden hacerlo, les sobra el dinero para pagar por satisfacer todo tipo de caprichos, pero que no pueden llenar ese vacío hacia el que los conduce esta exploración sensorial. He ahí el punto que hace sublime esta pequeña joya literaria, ese vacío existencial de estas cinco almas que buscan lo que no existe. Nunca satisfechos, siempre en búsqueda.

Y sin embargo, tienen en contraparte la satisfacción efímera al disfrutar cada plato, desde todos los sentidos, y comentarlo. Dan ganas de unirse al club. Junichiro Tanizaki no necesita grandes momentos de elocuencia, es breve, sutil, pero intenso. Abres el libro y se llena el entorno de olores y sabores, tiene la magia única de introducirnos en el momento.

Como sublime es ese encuentro final, con otros sibaritas -en este caso chinos-, en una época en que ambas naciones no tenían las mejores relaciones, que marca un antes y un después para el conde G., el iniciador de este club, y, porque no decirlo, para todo el que lee este pequeño compendio sensorial, no solo porque empezará a salivar desde la primera página, sino que al final de todo, verá los ingredientes de cada plato desde otra perspectiva. El cielo es el límite, nunca mejor dicho.

Carol Inabé Barba