El club de las viudas

Opinión:

Al inspector Carlos Lombardi le he acompañado a lo largo de esta serie y quisiera destacar su carácter templado, sin excesivos cambios de humor, una característica que le ha frenado en muchas ocasiones para haberse tomado la justicia por su mano, y no por falta de ganas y oportunidades. Incluso cuando ha tenido que respirar hondo ante las injurias recibidas por rojo y enemigo de la patria, sin importar que haya servido por igual a la Monarquía o a la República.

Su nuevo puesto de trabajo es un despacho en las dependencias de la Puerta del Sol conocido como "el Pudridero", una especie de archivo que, como su nombre indica, es a donde van a parar todos los expedientes para pudrirse, sin la esperanza de ser jamás investigados; casos que la burocracia no permite cerrar o que no interesan a nadie. Un destino de escaso aliciente donde además tiene que pasar varios filtros para llevar alguno de los casos adelante, con el agravante de que los superiores que deben aprobar sus movimientos no están totalmente de acuerdo con su incorporación.

En la novela es frecuente encontrarnos con personajes conocidos de las entregas anteriores a los que podemos ubicar por medio de una relación al final de la misma, donde además de otros datos de su perfil se acompañan los títulos donde aparecen; un anexo que he agradecido para salir de dudas y recordar algún que otro episodio, como los protagonizados por Erika, aquella amante, agente alemana, de los comienzos de la serie.

O los más asiduos: su colaboradora, Alicia Quirós, ahora en la Policía; o su amigo Andrés Torralba en la agencia de detectives Hermes, quien está llevando un caso de desaparición denunciado por una viuda que no se cree el parte de defunción de su marido durante la guerra, un expediente que previsiblemente estaría olvidado en algún rincón y que le permite a Lombardi colaborar con su amigo al tiempo que plantear un trabajo a sus superiores quienes ya están al tanto de las denuncias puestas por varias mujeres, cientos de casos sin resolver a los que han agrupado bajo el nombre de "El club de las viudas".

Una colaboración que comienza a dar sus frutos y de la que salen las siguientes pistas para continuar con una investigación que se hace más interesante a cada párrafo, fruto de las conversaciones con presos políticos, excombatientes y vecinos de Belchite que en su día callaron por miedo y que ahora confían en el inspector Lombardi.

En su lado personal, he sido partícipe de la evolución del inspector Carlos Lombardi, un personaje que no se rinde ante el desafío que le supone formar parte de una España que no reconoce como suya, un perfil muy cercano en el que es inevitable identificar a otros tantos, hombres y mujeres, que nos acompañan en cada relato de posguerra. Mientras que en el profesional he disfrutado de su método de trabajo, de la manera en que va separando los hilos de una tela de araña que todo lo comunica; puntos en apariencia inconexos pero que consigue interpretar en el momento en el que se dan lugar una serie de asesinatos, casos cerrados por la desidia de los funcionarios del régimen y otros recientes donde se encuentra con un entramado de corrupción policial.

No desaprovecha la ocasión Guillermo Galván para dar un repaso a la historia de la posguerra española, al régimen de la dictadura franquista o los oscuros años de la guerra; características habituales, aunque no las únicas, que nos han ido acompañando durante esta tetralogía y que concluye con unas interesantes notas finales acerca de la masonería y el papel de Franco para acabar con todo lo que representaba.

El final, inesperado, y a la vez perfecto, cierra con nota máxima estos episodios de corte negro histórico, si se me permite la expresión, en los que se han abordado diferentes temas con tramas bien planificadas, que nos han hecho viajar por varios rincones de España y en las que he contenido la respiración hasta el desenlace.

No puedo hacer otra cosa, una vez más, que recomendaros su lectura y al autor.

Porlomenix