El cementerio

Opinión:

Ed y Lorraine Warren eran originarios de Connecticut. Él era demonólogo (laico, de hecho, pero actuaba en connivencia con la Iglesia católica, tenía su apoyo, como también lo tenía de muchos profesionales de la salud mental), y ella, clarividente y médium. Juntos fundaron la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra y dedicaron sus vidas a investigar sobre temas paranormales.

Aunque viajaron a otros estados para sus investigaciones, Connecticut es como un centro caliente de fenómenos paranormales. El Cementerio Unión es aquí el nexo en común de casi todas las historias que cuentan, a veces simplemente porque pasaron por ahí y otras porque acaban justamente ahí. Curiosa -muy curiosa- la anécdota (para otros sería para acojonarse, a mí me parece fantástica) que cuenta Ed Warren acerca de una mujer -amiga- hospitalizada y en coma que se le presentó en el cementerio de pronto y se puso a charlar con él. Él era consciente de no podía estar ahí, pero ella no. Si hay algo que me ha parecido una auténtica pena es que en el libro hay fotos (en blanco y negro) de las zonas o cosas que se cuentan en el libro, y sin embargo no aparece la foto que Ed le hizo a esta mujer en el cementerio.

Algunas historias son bastante espeluznantes. Una, por ejemplo, va de una niña y su abuelo. Puede parecer poca cosa pero cuando piensas bien en ello y te imaginas a esa cría y lo que ve en propio abuelo, una sensación de desasosiego te invade con suma facilidad.

La historia que cierra este volumen se refiere a un chico que nació psicópata perdido y cuya experiencia terrorífica se sabe porque se la contó a su madre en su lecho de muerte. ¿Recordáis la escena de Jack Torrance en el cuarto del baño del hotel Overlook en las Montañas Rocosas con una señora muy podrida? En esta, cuyo protagonista se llama Corey Adam Porter en el libro (posiblemente sea otro dado que se advierte de que algunos nombres han sido cambiados) veremos algo similar de lo más espantoso.

Me ha gustado especialmente una relacionada con un teléfono sin cable que sonaba en el casa de una anciana, y otra protagonizada por un locutor de radio con muy mala baba llamado Calvin Ziegler cuyo escepticismo se va al carajo cuando vive él la experiencia sobrenatural más sorprendente de este libro.

Pero os aseguro que hay mucho más: apariciones en los cementerios (sale la dama blanca), personajes oscuros y al mismo tiempo transparentes que se aparecen en la calzada, críos necesitados de psicólogos por culpa de experiencias vividas terribles (como la niña que perdió a su amiga de pequeña, o el niño que estuvo al cuidado de una extraña niñera apasionada del ocultismo). Incluso tenemos algunas de fantasmas que más que asustar, enternecen porque vienen a ayudar o a salvar a alguien. De todo hay.

Un libro muy interesante, tan adictivo como una novela. Ningún fan de los expedientes X de los Warren debería perdérselo.

Anika Lillo

Foto homenaje: