El beso azul

Opinión:

Situada en el mes de junio de 1977, esta novela ya nos pone en antecedentes de cuál será el ambiente que nos vamos a encontrar en las más de cuatrocientas páginas que ocupa el relato, que se nos harán cortas gracias al ritmo que nos envuelve desde el primer momento. Es esta agilidad la que nos mantiene pegados a su lectura, como si de una buena película se tratara, procurando adivinar un desenlace que, sin ánimo de descubrir el final, les diré que hará reflexionar a más de uno, quizá por el momento histórico que estamos viviendo cuarenta años después. 

A veces los libros llegan y toman la labor, puede que sin proponérselo, de enfrentarnos ante un espejo que refleja la historia de nuestro pasado cercano, y sería de buen aprendiz no olvidar lo que aquel nos indica. Esta obra muestra que varias décadas no han sido capaces de ocultar las heridas provocadas por un enfrentamiento de ideologías, cuya huella perdura en el ánimo y en los recuerdos de muchos. Sin proponérselo, el rencor es aún hoy en día un puñal agazapado en el baúl de los recuerdos en muchos hogares.

No es mi deseo ser moralista ni romper el encanto que me produce el encuentro que he tenido con unos personajes extraordinariamente definidos, que ocupan el sitio perfecto para que a través de sus movimientos la historia se configure y salte de un espacio a otro sin fisuras ni distracciones. La novela que uno deja descansar unas horas y sin embargo quiere retomar con las menos interrupciones posibles.

Los personajes se adueñan de los temas universales con sus gestos y comportamientos, y antes nuestros ojos desfilan tanto el amor como el odio, la vida y la muerte, diversificados en tantos aspectos como intérpretes y mezclados entre sí, con lo que no sorprende encontrar un amor vacío, al tiempo que otro desgastado por el tiempo, o el que no se marchita al cabo del mismo; amistades interesadas y otras que no piden nada; miradas de odio y daño autoinfligido, cargos de conciencia, y por encima de todo, el perdón que procede del corazón.

Makechu Antón