el árbol de la ciencia
Título: el árbol de la ciencia
Título Original: (el árbol de la ciencia, 1911)
Autor: Pío Baroja
Editorial:
Alianza
Copyright: © Herederos de Pío Baroja y Julio Caro Baroja, 1911
© Alianza Editorial, S. A., 2011
4ª Edición, Junio 2011
ISBN: 9788420653297
Etiquetas:
autores
clásicos
escritores
españoles
hispanos
literatura española
literatura hispana
Argumento:
Andrés Hurtado es un joven inteligente e inquieto que, sin saber qué hacer con su futuro, decide estudiar Medicina. Su encuentro con compañeros de estudios, así como su descubrimiento de los más pintorescos y típicos personajes del Madrid de finales del siglo XIX van conformando su espíritu, en una incesante búsqueda de un sentido para su vida. Las charlas con su tío Iturrioz, y sus empleos temporales en la España deprimida de la época le ofrecen una perspectiva vital de realismo y desencanto.
Opinión:
Cuando se cumple el centenario de la primera publicación de El árbol de la ciencia, Alianza Editorial pone en la calle, una vez más, una obra imperecedera de la literatura española de todos los tiempos. Con una edición digna y en un formato comodísimo, su sobria pero acertada presentación me resulta agradable, y me lanzo a devorarla.
En opinión del propio Baroja, esta obra, de carácter casi autobiográfico, sería su libro más acabado y completo. Semejante aseveración debería ya significar un toque de atención para el lector. En efecto, en ella volcó especialmente el autor su conocimiento de la técnica literaria, y al parecer quedó satisfecho del resultado.
Por momentos, sobre todo en los primeros capítulos, la novela parece más una galería de españoles típicos de finales del XIX que una historia con una trama sólida y adictiva. Pero es que ésa es la técnica narrativa que Baroja quiso explotar en El árbol de la ciencia, cuya riqueza aparente estaría precisamente en el amplio abanico de tipos y de situaciones que, de entrada, acaparan el protagonismo. Por otro lado, en las discusiones filosóficas entre Andrés Hurtado y su tío Iturrioz encontramos, a mi juicio, la gran justificación temática de la novela. Ambas facetas de la obra, la una costumbrista y recargada de tipos sociales, y la otra reflexiva, conforman un todo del que, como dije, el autor llegó a sentirse muy satisfecho.
A la claridad expositiva y la concisión del lenguaje de Baroja hay que sumar una vertiginosa sucesión de acontecimientos, que llegan y pasan como urgidos por la prisa narrativa de quien desea relatar mucho en poco espacio.
Andrés Hurtado, el protagonista, es un personaje desarraigado en quien pesa la situación decadente de aquella España del 98, así como sus antecedentes familiares. La apatía por la falta de perspectivas de futuro en todos los órdenes le afecta desde muy joven, y le sitúa en una búsqueda sin esperanza que no augura un buen final. Entretanto, la abundancia de personajes secundarios, muchos de ellos tipos curiosos que aportan a la novela un aire grotesco seguramente perseguido por el autor, aporta a la novela el valor de documento histórico, ya que resulta un reflejo social de su época, para mí muy válido e ilustrativo.
Las esperpénticas descripciones de algunos personajes (como los profesores universitarios) y el ambiente estudiantil descarado e irrespetuoso, que podría ser el de cualquier centro docente de hoy día, son una muestra de que tal vez, un siglo después, no hemos cambiado tanto. De ahí la completa vigencia de esta obra y el hecho de que su presencia en las bibliotecas modernas siga sin resultar estridente. Y es que se trata de un reflejo de la vida en un país pobre del sur de Europa. En las circunstancias actuales, no parece fácil afirmar con convicción que el nuestro ha dejado de serlo.
Para el lector joven de hoy, tal vez carezca esta obra de ese carácter de intriga urgente que caracteriza a muchas novelas modernas. Pero hay que considerarla desde la óptica correcta de su época, en que triunfaba una narrativa más plana, con menos sobresaltos, más próxima a la realidad; justo lo que el momento histórico exigía. Y Baroja conocía muy bien la realidad en que le había tocado vivir.
José A. Carbonell Pla
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