Edén

Opinión:

Andrés Pascual es músico y se nota. Conoce el secreto para cautivar al lector desde el primer párrafo y atraparle entre las páginas de sus novelas hasta el punto final. Quizá sea un don natural o quizá sea fruto del trabajo más vehemente, pero sabe cómo dosificar la información, la presentación de los personajes, la intriga, las escenas de acción, los momentos de debate, los diálogos y los giros sorprendentes para conseguir que su obra se disfrute de principio a fin, que se paladee como el mejor concierto, ese que combina piezas diferentes y cambios de ritmo con la precisión de quien maneja la batuta con pulso y talento.

Sabe, pues, cómo dotar a su obra del ritmo más apropiado al género bajo el que arropa cada una de sus novelas pero también tiene las claves para que el contenido sea adecuado, interesante y pertinente. Y lo vuelve a demostrar con esta entrega que indaga en el mundo en el que vivimos, con sus desigualdades económicas y culturales, sus heridas abiertas y sus jerarquías de poder. Pero no esas que votamos y elegimos más o menos democráticamente sino las invisibles, las financieras, las que hacen girar el planeta a golpe de talonario y especulación.

Con el panorama desolador que nos va pintando Pascual (pederastia, falsos profetas, avaros, energúmenos que hacer un mal uso del poder que les ha sido otorgado, multimillonarios tan aburridos que se sienten propietarios hasta del género humano, por no hablar del planeta y sus recursos…) se hace complicado responder a la pregunta que se plantea ya desde la portada de la novela: "¿Hasta dónde llegarías para cambiar el mundo?". Es fácil que la respuesta del lector no sea la misma antes y después de leer la obra, porque en ese lapso puede que sus opiniones, su visión del mundo o su conocimiento de hasta dónde es capaz de llegar la crueldad y el egoísmo del ser humano hayan variado. Y lo habrán hecho tanto por los hechos que nos presenta el autor a través de varios de los personajes de la obra y de los diálogos de los dos principales (Mika y Adam) como por las reflexiones, las preguntas, la exclamaciones y hasta los exabruptos que algunos de los pasajes (muchos de los pasajes, la mayoría, diría yo) le han provocado.

¿Hasta dónde llegarías por cambiar el mundo? Esa es la pregunta clave que sustenta la reflexión de esta novela y su mensaje global. ¿Hasta dónde? ¿Hasta el punto de cambiar tus costumbres? ¿De transformar tu vida? ¿De emigrar a otro país? ¿De luchar con la palabra? ¿Tal vez llegarías hasta justificar el uso de la violencia? ¿Y el asesinato? ¿Llegarías a justificar la muerte como una forma para exorcizar el mal desatado en el mundo y plantar la semilla de un universo nuevo? ¿Serías capaz de destruirlo todo para volverlo a construir? ¿Y de matar? ¿Serías capaz de matar?

Esta son algunas de las preguntas a las que ha de enfrentarse Mika a lo largo de la novela. Mika, la joven que llega a Brasil buscando un nuevo futuro y se ve inmersa en el proyecto renovador de un asesino en serie que, amparándose en los versos del Génesis, pretende acabar con nuestro mundo actual para crear uno nuevo.

Si el ritmo de la novela está perfectamente conseguido, no menos acertado es la elección de Brasil como escenario (porque abre la puerta a unas localizaciones magníficas y apropiadas y a unos temas y situaciones absolutamente congruentes con el conjunto de la obra y su sentido final) y la intriga criminal generada a través de las referencias bíblicas. La división en días que propicia el uso del Génesis se va reflejando tanto en el contenido como en la propia estructura externa de la novela, lo que cierra una imagen global tan coherente como apropiada. Todo está pensando, pues, para ofrecer una novela medida con precisión de relojero, que mantiene el interés, con una intriga perfectamente dosificada y unos temas y reflexiones de fondo muy adecuados al tiempo que vivimos.

Solo puedo ponerle una pega: hay ciertas decisiones de la protagonista que, en el contexto de la obra, se me quedan poco justificadas. No sé si por falta de verosimilitud o de información: quizá si aparecieran transcritos algunos fragmentos de esos post no publicados llegásemos a comprender mejor el porqué de sus actuaciones. El caso es que no he acabado de encontrar el fundamento de algunas de sus elecciones. Sin embargo, esta pieza que no me acaba de encajar no desluce el conjunto de una novela tan interesante como adictiva.

Lidia Casado