Dido, reina de Cartago
Título: Dido, reina de Cartago
Título Original: (Dido, reina de Cartago, 2009)
Autor: Isabel Barceló
Editorial:
ES Ediciones
Colección: ES Novela Histórica
Copyright:
© Isabel Barceló Chico, 2009
© ES Ediciones, 2009
Edición: 1ª Edición: 2009ISBN: 9788492760084
Tapa: Blanda
Etiquetas: mitos dioses mujeres ficción histórica histórica literatura española mitología reinas
Nº de páginas: 283
Argumento:
Isabel
Barceló, (Sax, 1950) Isabel Romana para sus seguidores
en la Red, alicantina residente en Valencia, en cuyo Ayuntamiento
trabaja como responsable del inventario y control de bienes muebles
del Patrimonio Histórico y Cultural, es la autora de la novela que
reseñamos, así como de numerosos relatos cortos,
publicaciones turísticas, y durante el curso 2004-05 accedió
a la beca de literatura Valle-Inclán, concedida por el Ministerio
de Asuntos Exteriores, para una estancia de seis meses en la Real
Academia de España en Roma, para documentarse y escribir un libro
sobre mujeres romanas.
La novela nos cuenta, con distintas voces y líneas narrativas, la
historia de la legendaria reina fenicia Dido, su huida de Tiro con
un importante grupo de seguidores y tras años de andanzas y
aventuras por el Mare Nostrum, su arribo a las costas africanas
libias, y la fundación de la ciudad de Cartago (Ciudad Nueva, en
fenicio). Esta sería la línea principal, pero hay otra, que es la
narración del periplo del troyano Eneas, su huida de Troya, su vida
errante, maltratado por los dioses contrarios (Juno, Eolo...) y
apoyado por su madre (Venus), hasta el cumplimiento de lo
proyectado por su destino, que fue la fundación de una nueva ciudad
en Italia, que daría origen posteriormente a Roma. Estas dos
trayectorias de tirios y troyanos tienen un punto de confluencia:
Cartago, donde Dido y Eneas caen traspasados por las flechas de
Cupido y viven una tórrida pasión de trágico final.
Estructurada en cinco partes, a una media de quince breves capítulos cada una aproximadamente; sus tres voces principales son: la anciana Imilce, nieta de Barce, la nodriza de Dido, y testigo de los hechos; los textos de Xilón, cronista de Cartago, y la narración del poeta troyano Trailo, cuya versión bebe directamente del relato virgiliano. Todo ello aderezado por distintas aportaciones de personajes variopintos, oyentes de los narradores, que apostillan o añaden detalles y sugerencias, poniendo una nota de color local.
Opinión:
Esta obra representa un soplo de aire fresco en la actual montaña
de mamotretos histórico-mitológicos que invade nuestras librerías,
que, sin restarle en absoluto el valor y la categoría que muchos de
aquellos muestran, a veces nos abruman por la cantidad de datos y
teorías que nos ofrecen, convirtiéndose de novelas en verdaderos
ensayos históricos novelados.
De factura aparentemente simple, quizás con una cierta descompensación de ritmo entre el principio, muy rápido y de gran tensión, y el más pausado discurrir del resto de la obra, como un alegre y sonoro manantial que al ir convirtiéndose en río va perdiendo su velocidad y fluye majestuoso conforme se acerca a su desembocadura. El tono está claramente alineado en la estela dejada por Robert Graves, autor que Isabel Barceló -con muy buen gusto- reconoce admirar; usa un lenguaje relajado, sin prisas, que se demora en la charla, con cierta retranca y humor, con olores a cocina, a perfumes de monte y de aire marino, recreando el clima de la narración oral, en la plaza o foro de la ciudad, a la sombra de una higuera o un granado, bajo el sol mediterráneo, narración que se transmite de abuelos a nietos y que es la forjadora de leyendas y de mitos.
Robert Graves en su novela La Hija de Homero, exquisita recreación personalísima del retorno de Odiseo, reivindica el papel narrador de las mujeres, como hijas de Homero.
Pues bien, ése es el espíritu que planea sobre la novela de Isabel Barceló. La narradora principal es Imilce; la protagonista de la historia es Dido; una gran parte de los personajes son femeninos, incluyendo amazonas, tejedoras, cocineras, una matemática, Teano, que soluciona el famoso problema de Dido, (que en Física se relaciona con el Principio de Mínima Acción). Los hombres están, desde luego, presentes en el relato, pero su papel es secundario en el mundo de la reina, aunque no así en el mundo de Eneas.
Hay otro detalle novedoso y original en la elaboración de la novela: retomando el espíritu de las novelas por entregas cuyo apogeo máximo tuvo lugar en el siglo XIX, esta autora ha aprovechado su blog como si de un diario o semanario decimonónico se tratara, publicando periódicamente los capítulos de la obra que más tarde llevó al papel. Los detalles se pueden ampliar en la entrevista realizada en estas páginas.
Las implicaciones de esta modalidad han sido formidables. Los lectores de Isabel han seguido su obra conforme iba saliendo de su mano, y han participado, como en la tertulia bajo el granado cartaginés, colaborando como los personajes de la novela colaboran con sus aportaciones a la narración de Imilce, aunque evidentemente es ella la que lleva el control y toma sus decisiones sobre qué contar y cómo hacerlo.
El resultado es una lectura muy
amena, con sus toques de humor, emotiva y elegante; el encuentro
amoroso de Dido y Eneas, uno de los puntos álgidos de la narración,
está poéticamente resuelto y complace. La resolución del problema
de la piel de toro, también está muy ingeniosamente narrado. Quizás
no satisfaga a los amantes de batallas y grandes descripciones de
ambientación histórica; pero sí agradará a los que buscan compartir
emociones de carácter más intimista, a los que primen la narración,
la leyenda, lo puramente literario, en suma.
Ariodante
Enero 2009
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Comentario de los lectores:
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