Dick o la tristeza del sexo

Título: Dick o la tristeza del sexo
Título Original: (Dick o la tristeza del sexo, 2025)
Autor: Kiko Amat
Editorial:
Anagrama
Colección: Narrativas Hispánicas
Copyright:
© 2025, Kiko Amat
© 2025, Editorial Anagrama, S.A.U.
ISBN: 9788433929549
Tapa: Blanda
Etiquetas: adolescentes amistad aprendizaje violencia erótica narrativa literatura española novela pornografía sátira sexualidad sexo alter ego fantasías sexuales familias desestructuradas parafilias
Nº de páginas: 375
Argumento:
Poco después de pasar por una operación de hernia, y coincidiendo con el "cambio" hormonal de la adolescencia, la imaginación de Franki Prats empieza a poblarse de fantasías eróticas muy poco convencionales. Hijo de un anodino profesor y de una exmodelo ensimismada, este quinceañero virgen y erotizado inventa una suerte de alterego para protagonizar esas fantasías. Este alterego, Dick Loveman, es un galán espaciotemporal que se desliza con destreza por un universo de conquistas sexuales idealizadas que incluyen a su propia madre y a Clara Pou, pubilla oficial y símbolo sexual del instituto. Dick es todo lo que Franki no es: arrollador, seguro de sí mismo y dueño absoluto de un magnetismo irresistible. El combustible de estas ensoñaciones lo proporciona Bruno Berniola, su excéntrico amigo y autoproclamado sexperto, quien le suministra revistas, películas y demás material para alimentar su fijación con el sexo como única vía de escape.
A lo largo de "Dick o la tristeza del sexo" se entrecruzan las peripecias de Franki con sus delirios eróticos, en un cruce entre ficciones que termina distorsionando el sentido del pudor, de la cordura y de la sexualidad.
Opinión:
Sant Boi de Llobregat, el mismo escenario que acogió a los personajes de "Cosas que hacen BUM" y "Antes del huracán", es el lugar donde transcurre la acción de "Dick o la tristeza del sexo", la última y muy esperada novela de Kiko Amat. Además de retomar un escenario conocido y el mismo tono irreverente que había ensayado con anterioridad, cada vez con mayor crudeza (pienso en la violencia que contenían las páginas de "Revancha"), Amat ofrece ahora una historia que no solo atenta contra el pudor de sus lectores, sino que además los arrastra a un viaje incómodo y, en cierto modo, hilarante por la psique de un adolescente consumido por la pornografía. Este personaje, que comparte un cierto aire de familia -me refiero a la familia de los pícaros y antihéroes- con el protagonista de "Rompepistas", se nos presenta como el producto de conflictos familiares, de una educación sentimental truncada y de una realidad opresiva que él mismo intenta conjurar a través de su desbordada imaginación erótica.
La novela se abre con una escena brutal y desconcertante: Franki Prats, de quince años, ha envenenado a su perra tras haber abusado sexualmente de ella y ahora se enfrenta a la tarea de esconder el cadáver. Este acto, que podría haber sido tratado desde la sordidez o el morbo, es relatado con una distancia cómica que lo convierte en un episodio grotesco, casi absurdo. A partir de ahí, Kiko Amat reconstruye la historia que ha conducido a Franki hasta ese momento, con especial interés en su convivencia con unos padres emocionalmente disfuncionales -un profesor excesivamente académico e inútil en las relaciones sociales y una exmodelo frustrada y de escaso instinto materno-, la presencia de un tío conflictivo que ejerce una influencia ambigua sobre él, y el descubrimiento del sexo como única vía de comunicación posible con su entorno. La novela se articula en torno a la dicotomía entre realidad y fantasía, encarnada esta última en la figura de Dick Loveman, una suerte de alter ego que el protagonista ha inventado para dar rienda suelta a sus ensoñaciones eróticas. Estas fantasías, escritas con un tono paródico de la retórica que los jóvenes heterosexuales emplean para hablar sobre sexo, están protagonizadas por este "galán espaciotemporal", dueño de un encanto irresistible y protagonista de un sinfín de conquistas idealizadas que transcurren en los escenarios más surrealistas de la historia, y siempre con personajes inspirados en la vida cotidiana de Franki, como su madre o como Clara Pou, compañera de clase e icono sexual de su instituto. En esta suerte de relatos eróticos, todo sea dicho, están materializados la frustración y el anhelo de un adolescente que se siente excluido de la lógica sentimental y erótica de su entorno.
Ahora bien: si el catálogo de parafilias que practica Dick Loveman quedase circunscrito al ámbito de la imaginación, la novela no será más que un retrato algo exagerado de la formación erótica de un adolescente contemporáneo. Pero, en el caso de "Dick o la tristeza del sexo", la narración erótica se infiltra en la conciencia y en los actos del protagonista, hasta el punto de hacer del sexo el centro neurálgico de su existencia. Así se aprecia en la relación con su madre, a quien hurta prendas de ropa interior con fines maliciosos; o también en la complicidad con su vecino y amigo, Bruno Berniola, el autoproclamado "sexperto", quien proporciona a Franki revistas, películas y demás material pornográfico, consolidando su visión del sexo como un territorio donde la realidad debe subordinarse a la ficción. Otros personajes que desempeñan roles fundamentales en la educación emocional del protagonista son su tío, de inclinaciones homosexuales, con quien Franki comparte una estrecha relación que se verá truncada por su propia cercanía; y también Montse, una compañera de clase que propiciará sus primeros escarceos sexuales.
Aunque mi resumen pueda parecer suave -créanme: me he autocensurado, por respeto y por pudor-, lo cierto es que "Dick o la tristeza del sexo" no es una novela para todos los públicos, ni mucho menos para todas las sensibilidades. De todas formas, y dejando de lado el catálogo más de perversiones que de parafilias, pienso que el gran acierto de Kiko Amat en esta novela es el tratamiento del lenguaje, que evita en todo momento la crudeza explícita del léxico sexual para sustituirla por un repertorio de metáforas y eufemismos ridículos. Esta estrategia convierte la narración en una parodia de los códigos eróticos juveniles, donde el deseo se expresa en términos grandilocuentes y desfasados, como si Franki y su entorno estuvieran atrapados en un delirio narrativo de baja estofa. Así pues, esta novela puede verse como una sátira feroz sobre la educación sentimental masculina, en vistas de la confusión entre realidad y ficción y de la incapacidad de los personajes para conectar con sus propios sentimientos. Tanto es así que el propio estilo del autor, en lugar de conformarse con su habitual irreverencia, funciona en esta ocasión como un espejo deformante en el que se reflejan las distorsiones de una sociedad obsesionada con el sexo, pero incapaz de hablar de él sin recurrir al artificio.
*Publicado por Anagrama.
Darío Luque
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Comentario de los lectores:
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