Después de mil balas

Opinión:

Este libro es como un golpe de conciencia, de implacable lucidez de un magnífico poeta que no duda en mojarse al expresar sus ideas, sus convicciones, sus visiones de un mundo que, a pesar de sus tragedias y contradicciones, permite, a pesar de todo, amar, soñar, esperar, compartir.

Aunque en sus versos abundan personajes y hechos del pasado, su fuerza y calidad literaria lo regresan todo a un presente intemporal porque su vigencia y lucidez son de una fuerza extraordinaria. Como si el tiempo fuera una mera anécdota al servicio de las emociones, una circunstancia soslayable que no dificulta esa inmersión en la verdadera naturaleza del ser humano.

Sarajevo, Praga, Rilke, Lorca, Montmartre, Gide, Chéjov, Nueva York, Zola o Alberti habitan, entre otros, en esa luminosa sucesión de versos que nos hacen mejores, más humanos, más sabios, que nos permiten aprender a distinguir lo realmente importante, lo falso de lo justo, lo artificial de lo sencillo.

Aunque él nos advierte que detrás de un poeta no quedan las reseñas de sus libros, sino sus libros, reivindico la oportunidad de invitar a su lectura, y para quien no lo conozca, de penetrar en su mundo, en sus fantasmas y recuerdos, en sus frustraciones y esperanzas, en sus combates y derrotas. Aunque a veces nos orille en una atmósfera nostálgica, incluso triste, su mirada tiene un halo de humanidad, de pasión, de amor, que lo hace imprescindible.

Una antología recorre épocas, momentos, personajes, que resisten mejor o peor los embates del tiempo inevitable, pero la obra de este gran poeta está unida por el hilo visible del amor a la vida, de su aliento existencial, de su generosidad con el ser humano a pesar de los pesares, que nos facilitan la lectura como si el poema hubiese sido escrito ayer mismo.

Él mismo nos advierte que si jamás escribiste una carta de amor, cómo sabes que realmente viviste. Y precisamente ese mensaje es el que nos golpea, nos zarandea, con esos poemas que una y otra vez nos recuerdan lo realmente importante de la vida.

Jorge Riet