De viva voz

Opinión:

Con volúmenes como este "De viva voz", que recopila sus conferencias y discursos en público, se aprende de García Lorca fundamentalmente una cosa: que era poeta de los pies a la cabeza, intermitentemente, sin poder ni querer remediarlo. Da igual que hable de cante jondo, de la literatura de los otros o la propia: necesitaba -y sus entusiastas seguidores le agradeceremos siempre- expresar la belleza con más belleza. No piensen al juzgar el volumen que les presento en conferencias de corte universitario, si desean entrar en el universo de este libro que ahora se nos ofrece en bolsillo. Piensen en una extensión en modo de discurso de la literatura de Lorca, repleta de hallazgos y creaciones lingüísticas, de pasión hecha verbo, de intensidad telúrica. En algún lugar he leído que al bueno de Manuel de Falla, las conferencias de Lorca sobre flamenco le horrorizaban, porque en ellas el genial compositor veía cómo se destrozaba la obstinada literalidad de la investigación y el academicismo. La realidad no importa si la escribe alguien como Lorca, dotado de la música perfecta en cada frase, de la luz ideal en toda metáfora.

Libros como este son necesarios para reunir un material disperso, que en origen fue creado para ser compartido en auditorio, y que recoge no tanto las preocupaciones del autor como sus pulsiones, es decir, el combustible de la llama de su creación. Lorca es un conferenciante cercano, directo, amable. Los textos son depurados. Se nota que los preparaba a conciencia, con esmero y voluntad de estilo. Quizá por eso han envejecido tan bien.

Algunos de los temas que encontrarán en este volumen son el cante jondo (de cuya celebración en Granada se recuerdan sus cien años), las nanas, Góngora o la experiencia de La Barraca. Ello lo convierte, como decía en el párrafo anterior, en una exposición de su material más querido. Qué fácil resulta encontrar al poeta bebiendo de la inspiración de las nanas tradicionales (quizá la conferencia más bella de las que aquí se agrupan, llamada "Canciones de cuna españolas"), la Semana Santa o en las letras del flamenco, música que respetaba y admiraba más allá de toda medida.

La edición (mérito de Víctor Fernández y Jesús Ortega) está acompañada de cronología del autor, alguna fotografía y además viene introducida por una introducción que ofrece un marco muy adecuado a esta recopilación.

Rafael Ruiz Pleguezuelos