Culpas compartidas (Serie Bergman 8)

Opinión:

"Culpas compartidas" es la octava entrega de la serie protagonizada por el psicólogo criminal Sebastian Bergman, que llega después de casi tres años después de la anterior y que ha sido publicada, como toda la serie, por la editorial Planeta.

Es la primera vez que leo una de las novelas de los autores, Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt, y sentía curiosidad por cómo sería la historia. Al final he tenido sensaciones encontradas; si por una parte, he comprobado que es un thriller muy intenso, casi hipnótico, por otra, me han desencantado varios personajes, incluido el arrogante, presuntuoso y, sobre todo, egocéntrico protagonista, sobre el cual, una vez visto el desenlace, tengo la esperanza de que una justicia poética evite que vuelva.

Desde el principio queda claro que los problemas van a menudear y saldrán por todas partes, en cada escenario que se va presentando, como ese antagonista, un asesino en serie que quiere justificarse ante sí mismo, mientras va dejando cadáveres y mensajitos; por su parte, Bergman va a la suya desde el primer momento, pensando en cómo sacar tajada en cualquier circunstancia, sin pararse a pensar en si es ético o no.

En cuanto a la Unidad de Homicidios, por mucho empeño que le pongan a la investigación, estarán siempre a un paso de la reconversión, sin que importe mucho lo que puedan descubrir, pues más pronto que tarde se necesitará contentar a la opinión pública.

Para amenizar la truculenta historia principal, los autores han añadido alguna derivación en las relaciones de los personajes principales, como es el caso de Vanja Lithner, jefa del departamento, además de que es hija de Bergman; sobre este último habrá un par de historias paralelas, ya sea para justificar una posible continuación de la serie o para construir un "deux ex machina" que arregle el desenlace.

La narración es siempre en tercera persona, con unos capítulos sin marca diferencial, donde hay que fijarse un poco para situarse, aunque los autores lo ponen fácil y enseguida se coge el ritmo. Otra cosa es alguna trampa, por no decir un engaño manifiesto, que dejan para que la atención hacia el posible asesino tome un rumbo equivocado; por si la memoria me fallaba, he vuelto a ese capítulo y he podido releer cómo estaba referido a otra persona. Mal, muy mal, señores Michael Hjorth y Hans Rosenfeldt, pues podían haberse esforzado un poco más, sobre todo después de siete entregas de esta serie, en desarrollar unos textos neutros, que llevasen en la misma dirección, pero que se pudiese justificar un cambio después.

Sea como sea, la novela resulta muy entretenida, con una lectura que, como mencioné al principio, hipnotiza y atrae con mucha fuerza, y que, por más que el final me haya decepcionado, habrá muchos lectores a quienes les encantará por completo.

Selin