cuentos inquietantes

Opinión:

Este es un libro lleno de cementerios, bosques tenebrosos, valles encantados, luz de luna, asesinos y cuerpos enterrados que se niegan a entregarse a la quietud y el olvido de la muerte. También hay una pareja de gemelos, voces de ultratumba, alguna que otra serpiente, la mirada de una pantera y un poema escrito con sangre y mucha genialidad.
 
Debo reconocer que el género fantasmagórico-sobrenatural no es de los que más me atraen. Sin embargo cuando vi que el autor del “Diccionario del diablo” firmaba estos “Cuentos inquietantes” no pude resistirme. Y Bierce, al que llamaban «el hombre más malvado de San Francisco» por las columnas incendiarias que publicaba en el Argonaut y el Wasp,  no me decepcionó.
 
Es cierto que la iconoclastia salvaje y refinada de su Diccionario está bastante diluida en estos cuentos. La deuda a Poe es innegable, por otro lado. Sin embargo, Bierce sabe combinar el terror y el efecto con las apropiadas dosis de ironía para ensanchar el género y crear una serie de relatos originales, con unos personajes hábilmente trazados, unos planteamientos eficaces y unos ambientes tenebrosos que harían las delicias de Narciso Ibáñez Serrador. 
 
Un tarro de almíbar (una mordaz indagación en los fenómenos de histeria colectiva… o quizás no), El hombre y la serpiente (un texto donde el lento desenvolverse de un miedo cerval y atávico se resuelve en una imagen final que anticipa al maniquí de Psicosis)  y Uno de los gemelos (el relato epistolar de un desgarro, de la escisión de la conciencia de dos hermanos gemelos producida por una mujer… aunque en absoluto es lo que parece) son para mí los cuentos más logrados.
 
Con esta colección de “inquietudes inquietantes”, Bierce parece estar diciéndonos que el odio y el amor (cuando se vuelven abrasadores) son las únicas fuerzas que pueden viajar de un lado a otro de la muerte, que estas dos pasiones son indestructibles para bien o para mal.
 
Uno de los juegos más interesantes es la forma en la que Bierce desdobla la historia para cuestionar la sustancia de lo sobrenatural y lo fantástico. A menudo, muchas de las historias parecen insinuar que  siempre hay una explicación más sencilla y más probable para entender lo que ha ocurrido, una explicación que se apoya en los presupuestos de la psicología o en esa cosa tan tullida y gris que llamamos «realidad». Pero al mismo tiempo (y ahí es donde reside el talento de Bierce), terminada la lectura del cuento siempre queda una nota disonante vibrando en el ambiente. Como si un soplo helado de viento se hubiera colado en nuestro cuarto. Como si la voz tranquila de Bierce y su mirada maligna nos dijeran: “Tú y yo, en el fondo, sabemos que no es así…” 
 
Héctor Pascual