Cuatro maneras de reír

Opinión:

Rafael Sadoc es, además de escritor ("La Corona de San Esteban" o "El efecto Parot") guionista y director de cine (The Beautiful Cádiz). Siempre he notado en sus obras literarias la vocación de saltar a la pantalla y convertirse en película, porque son muy visuales y dinámicas, hasta el punto de que al leerlas, uno cree estar ante el guión de una película.

Ese es un matiz que en "Cuatro maneras de reír", la novela que ahora nos ocupa, no se intuye ni se imagina, sino que directamente se mastica, pues a lo largo de todas sus páginas se desgrana una película en toda regla, hasta el punto de que sus capítulos van titulados en el argot del oficio (Plano subjetivo, Storyboard, Contraplano, Travelling...) y su redacción y estilo son tan directos, sencillos y descriptivos que directamente nos llevan ver y oír lo que se lee en ellos.

Pero además del cine, la novela destila algo que es muy característico de Rafael Sadoc: Cádiz. Como buen sanluqueño, el autor está empapado de todo lo que Cádiz es y representa, dejando por todas partes la esencia de su tierra, tanto en las imágenes y los ambientes como en los personajes y su forma de ser. Ya eso había quedado bien patente en su espléndido largometraje The Beatuful Cádiz, pero no siendo bastante para su espíritu gaditano, ahora reincide en sumergirnos en ese mundo al que se siente tan arraigado.

"Cuatro maneras de reír" es también, además de cine escrito y Cádiz en papel, un canto a la amistad, al amor, al trabajo, al esfuerzo y al resultado de todo eso, camuflando bajo la piel de novela todo un tratado de cinematografía y un compendio de vicisitudes propias de la profesión. No podrá negar, en absoluto, el autor que aquí hay mucha autobiografía, mucho esfuerzo propio para sacar adelante guiones y películas, mucha lucha y esfuerzo por lograr cumplir sueños que transmitir a los demás desde las pantallas, y mucho amor por una profesión que nos hace ver lo dura que es, lo difícil de ejercer que resulta y los sinsabores que conlleva, pero también hay mucho disfrute en el resultado de toda esa enorme labor, los equipos humanos que hay detrás de una película y la satisfacción de lograr al final un trabajo que ofrecer al público.

Una novela muy, muy recomendable tanto para amantes de la literatura como para cinéfilos, alternando escenas dramáticas con otras más amables y hasta cómicas. Fácil de leer (o de ver, según se quiera), entretenida, pedagógica y con un gran mensaje humano de fondo.

Esperemos que pronto pueda saltar a las pantallas de cine y/o televisión, porque es algo muy merecido.

Miguel Ángel León Asuero