crematorio

Opinión:

Albergo muy serias dudas acerca de que quepa hablar de un star-system en el mundo de la literatura -al menos, en España-; los escritores, ni siquiera en el caso de aquellos con más gancho comercial y más presencia pública, no gozan de una repercusión mediática que permita hablar en tales términos. Pero si existiera, está claro que un hombre como Rafael Chirbes estaría lejos de formar parte del mismo; circunstancia que no merma un ápice de interés ni de calidad al contenido de su obra, de la cual buena muestra constitutiva es su última novela publicada, Crematorio.

Crematorio es una novela de prosa intensa y torrencial, prosa vertida de manera profusa, sin recesos ni interrupciones, en un flujo de palabras que, lejos de aturdir por su contundencia (que la tiene, y mucha: su carga de profundidad y enjundia llega a hacerse, por momentos, difícil de asimilar), siempre induce a la reflexión clara y precisa. Ese es el gran mérito de un texto en el que reflexiones personales y episódicas atinentes al recorrido vital de los protagonistas de la historia se entremezclan, sin solución de continuidad, con ideas y planteamientos de corte más general y globalizador -que trascienden, con mucho, el limitado mundo de esa imaginaria Misent, que, con todas sus miserias y corruptelas, tan bien podría llamarse Benidorm, Marbella o cualquier otra localidad costera del Mediterráneo-, conformando un tapiz denso y esclarecedor tanto sobre la condición humana individual como sobre los mecanismos sociales y económicos que, a lo largo de la historia, nos han ido conformado como ser social.

De esa manera, Rafael Chirbes nos ofrece, con esta novela, un retrato lúcido y estremecedor, contundente, armado sobre una estructura narrativa sin complejidades formales, que arrastra al lector a lo largo de sus páginas en pos de esas respuestas a lo que no es preciso preguntar, porque, en definitiva, se trata de las preguntas eternas e inevitables, ésas que todos, en algún momento, nos formulamos -o nos hemos formulado, o nos terminaremos por formular...-. Un magnífico texto, merecedor de un mucho mayor reconocimiento, aun cuando se asuma que no se trata de una propuesta simple, buscadora de públicos amplios, sino, más bien al contrario, de un relato denso y con enjundia. Esa enjundia para la que no parecen correr los mejores tiempos -si es que, alguna vez, hubo buenos tiempos para ella...-.

Manuel Márquez