Centauros

Opinión:

Hablar de conquistas, de tierras lejanas sin descubrir o expediciones hacia lo desconocido no es fácil cuando tenemos objetos al alcance de la mano que en cuestión de segundos nos devuelven una imagen de los lugares a los que esta novela nos remite, por ejemplo, o cuando somos capaces de comunicarnos en tiempo real con una persona situada a miles de kilómetros.

Al leer esta obra tenemos que hacer un ejercicio relacionado con la fantasía y tratar de retroceder unos siglos en el tiempo, para así deshacernos de cualquier influencia que nos condicione y dejar en evidencia las dificultades y penurias que sin duda padecieron los personajes reales de los que estamos hablando. Además de perlas, oro, diamantes, muchachas hermosas y playas virginales estos hombres se enfrentaron a enfermedades desconocidas, animales nunca vistos y caníbales.

Los viajes de placer que realizamos a esos paraísos de arena blanca y hoteles de lujo empañan la historia que se esconde tras todo ese confort y bienestar y que el autor nos ha recordado en esta novela que hipnotiza y nos abre los ojos ante unos hechos de los que solo reconocemos el objetivo conquistador, y nos sitúa en el momento histórico anterior a los principales descubrimientos y conquistas que se realizaron en tierras americanas, unos años después del descubrimiento de Cristóbal Colón y anterior a la consumación del descubrimiento y conquista de territorios, llevados a cabo por nombres tan conocidos como Pizarro, Hernán Cortés, Núñez de Balboa, Ponce de León, Diego de Ordás y otros tantos, que terminarían por llamarse "los Centauros", fieles seguidores de su maestro común y protagonista de esta historia: Alonso de Ojeda, un espadachín que fue tan amado como odiado por sus congéneres, precedido de su fama de invencible con la espada fue en realidad un hombre de serias convicciones, fiel y leal a la corona, cuyos sueños no eran acumular riquezas o posesiones, ni tan siquiera disfrutar como gobernador, sino descubrir y levantar reinos en tierras vírgenes e inexploradas y conseguir que las tribus de origen y los que llegaban convivieran en paz.

Un soñador al que no se le ocurrió que el mene u Orina del Diablo, aquel líquido apestoso que prendía fuego, se convirtiera en una de las fuentes de riqueza de aquellas tierras.

Y en este ambiente se daban por supuesto las luchas, en los que los combates cuerpo a cuerpo eran frecuentes, como lo fueron los ataques realizados con armas arrojadizas, mortales de necesidad tras recubrir las puntas de las flechas o cerbatanas con el veneno curare, desconocido para los españoles.  Se enfrentaron de igual modo a nuevas enfermedades y a una fauna y flora salvaje nunca descubiertas en sus pueblos de origen.

Las descripciones de los hechos nos llevan a reflexionar sobre el concepto actual de propiedad privada y el sentido de lo que es de uno, y concluir que los objetos o conceptos que lo definen tiene más que ver con la necesidad creada que con el inherente valor económico.

Con un lenguaje sencillo y directo, intercalando párrafos del diario del conquistador, a buen ritmo, esta novela nos afianza a descubrir la otra historia que se encierra detrás de las conquistas, la personal y humana, y nos cala muy hondo.

Makechu Antón