Cada siete olas

Opinión:

"Cada siete olas" es la secuela de la historia que Glattauer relata en "Contra el viento del norte".  

Durante la lectura de "Cada siete olas" tuve la impresión de haberme colado en las entrañas del ordenador de alguno de los dos protagonistas y tener acceso a sus mensajes privados. En efecto, el lector se ve abocado a vivir la experiencia del voyeur cibernético, ya que podrá seguir con total impunidad el curso de las intimidades de la pareja.

Y, claro, esto ya no es PepitaJiménez, de Valera, ni ninguna otra de las clásicas novelas epistolares que en su día causaron sensación por su novedoso enfoque narrativo. Estamos en la era de la informática. La inmediatez de la transmisión de datos permite el desarrollo efectivo de una verdadera relación humana en tiempo real. Cada suspiro, cada pregunta con o sin respuesta, cada nueva ocurrencia, disparate o regreso a la cordura será seguido por el lector con verdadero interés. Irónica, sarcástica, aguda, mordaz, inteligente, original, realista, sentimental… Tantos adjetivos podríamos utilizar para definir aspectos de esta nueva entrega del inspirado Glattauer, que harían falta todos ellos y muchos más para perfilar lo que entre estas doscientas y pico de páginas puede encontrarse.

Especialmente recomendada para internautas (es decir, para todo el mundo) y para aquellos que creen en la posibilidad de las relaciones amorosas a través de una pantalla de ordenador, la obra, como su antecesora, constituye la plasmación de un romance típico del siglo XXI. Algo que hace treinta años no hubiese pasado de la mera ficción y tal vez causado hilaridad, hoy interesa, conmueve y hasta apasiona.

Y es que la habilidad de Daniel Glattauer en este trabajo reside, a mi juicio, en saber sembrar las justas dosis de incertidumbre. El lector se pregunta constantemente adónde irá a parar la relación, si al objetivo ansiado o al desastre. Lo inesperado te asalta a la vuelta de cada página, porque, en efecto, de forma espontánea reaccionan dos amantes virtuales que se exploran mutuamente en busca de algo que ellos mismos se resisten a expresar verbalmente, y que no es otra cosa que la felicidad.

La relación entre Leo y Emmi resulta a veces de un dinamismo que raya en el frenesí, aunque con frecuencia sus respuestas se demoren días. La frescura de los "diálogos" facilita una lectura tan liviana y gratificante que puedo decir que devoré el libro en dos ratos.

Sin duda, se trata de un nuevo lenguaje literario, con sus dificultades técnicas y sus inconvenientes, pero también con sus apasionados seguidores. El objetivo está logrado: sus protagonistas representan al ser humano insatisfecho de hoy día; alguien que busca en mundos virtuales la plenitud que la realidad de lo tangible se resiste a proporcionarle. ¿Quién dijo que no pueda encontrarse detrás de una pantalla electrónica? 
  
José Antonio Carbonell Pla