ángeles de wukro. la lucha contra la pobreza en un rincón de etiopía
Título: ángeles de wukro. la lucha contra la pobreza en un rincón de etiopía
Título Original: (ángeles de wukro, 2008)
Autor: Mayte Pérez Báez
Editorial:
Kailas
Copyright: Primera edición: Octubre 2008
ISBN: 978-84-89624-51-1
Etiquetas:
sociología
Argumento:
Tras ejercer como misionero durante veinte años en Tanzania el
padre Ángel Olaran, misionero español de los Padres Blancos, marcha al norte de
Etiopía, en la región de Tigray, fronteriza con Eritrea, más concretamente a una
pequeña localidad llamada Wukro, una de las comunidades más pobres del país para
fundar una escuela.
En la Misión de Saint Mary, ejerce tareas muy diversas e importantes que tienen
que ver con la educación de los niños, la reforestación del entorno natural, sanidad
e higiene, ayuda asistencial, etc. Sin embargo, la labor más extraordinaria la realiza
con chavales huérfanos (cuyos padres han muerto por la guerra o por el VIH), con
mujeres solas (viudas de guerra) que se han convertido en prostitutas para criar
a sus hijos o prestando apoyo y cuidados a enfermos de tuberculosis o víctimas del
sida. Por eso, allí todos le conocen como Abba Melaku (ángel de Dios).
Esta crónica periodística incluye, además textos firmados por el prestigioso sociólogo
Jean Ziegler, el
juez Baltasar Garzón y el periodista
Vicente Romero.
Señalar por último que los beneficios del libro repercutirán íntegramente en
los proyectos que el "Colectivo" desarrolla en Wukro (Etiopía)
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Opinión:
Las pequeñas semblanzas incluidas en
Ángeles de Wukro,
han sido recopiladas y puestas
por escrito por la periodista
Mayte Pérez Báez a partir de los testimonios y opiniones
del padre Olaran. Licenciada en Ciencias de la Información y Relaciones Internacionales,
Mayte ha trabajado además como responsable de marketing y comunicación en la empresa
privada y en organizaciones no gubernamentales. Como documentalista y editora, su
último trabajo ha sido El alma de los verdugos,
de Baltasar Garzón y Vicente Romero.
Y fue precisamente Vicente Romero, el primero que habló de la impresionante labor
de este misionero español en el libro Donde anidan los ángeles, (Editorial Destino).
Gracias a Vicente,
Pérez Báez consigue conocer al padre Olaran con quien inicia
una serie de conversaciones que sirvieron posteriormente como base para la creación
de Ángeles de Wukro, su primer libro hasta la fecha. Cada una de las historias contenidas
en el libro nos ilustran a la perfección sobre la magnífica e impresionante labor
que el misionero está haciendo con personas que pasan hambre todos los días, padecen
enfermedades letales o deben ejercer la prostitución para poder vivir; niños que
han perdido a sus padres en la guerra o víctimas del sida que reciben una educación
y formación escolar… Sin embargo, no se trata exactamente de una hagiografía de
un misionero generoso y admirable que debe de servir de ejemplo a todos. Por ahí
no van los tiros del libro, no porque el padre Olaran no sea digno de admirar ni
que obviamente la generosidad no sea una de sus cualidades más evidentes. Más bien
hay un grito de protesta, un ¡Ya está bien!... ¿Cómo es posible que en un mundo
en que la mayoría de sus habitantes tienen la vida resuelta existan todavía regiones
de la Tierra en las que la mayor parte de la población sufre hambrunas, enfermedad,
pandemia, miseria, desnutrición, analfabetismo o no tienen lo más elemental (casa,
refugio, calor, cariño)? Este libro quiere ser una llamada de atención en ese sentido.
Y lo consigue, vaya si lo consigue.
Las palabras de Oleran contra el mal llamado mundo civilizado son tremendas: “la
compasión sería muy hermosa si la injusticia estuviera resuelta”.
Pero sin duda, sus ataques más duros van dirigidos precisamente a la Iglesia:
“La Iglesia se encuentra bien arropada, protegida por el poder del enriquecido Norte,
adaptada al sistema, viviendo por él […] Resulta muy difícil entender y aceptar
la ceguera de la Santa Madre Iglesia ante los gritos de horror y de angustia de
los que padecen las peores consecuencias del hambre sufriendo las consecuencias
del orgullo nauseabundo de los amos del mundo; y aquí es donde se echa en falta
su voz profética. ¿Cómo una Madre puede ser tan insensible a ese grito que rasga
a la Humanidad?”.
Esto no quiere decir que el misionero haya perdido la fe. Al contrario sigue teniendo
presente a Cristo en cada uno de sus actos pero no puede menos que sentirse decepcionado
ante
una Iglesia que se mantiene muda, ciega y sorda ante problemas tan tremendos
como los que diariamente debe enfrentar el padre Oleran. Pero sí es cierto que sus
motivaciones ya no son solamente religiosas sino más bien humanitarias. El que realiza
todas esas acciones beneficiosas para los habitantes de Wukro no es tanto el Oleran
misionero sino Oleran hombre. Antes que trasmitir un mensaje, antes que convertir
a la gente resulta fundamental hacer algo por ellos, aunque ésta, pienso yo, sea
la mejor forma de conseguirlo.
Y la ayuda no consiste en alimentarlos, regalarles alimentos, dineros o juguetes
(o al menos no sólo en eso), sino en formarlos como personas, educarlos desde pequeños,
que aprender a valerse por si mismos para salir adelante pero con la formación adecuada.
En estos niños que acuden diariamente a la escuela de la aldea está el futuro, la
esperanza. Consiste también en programas de ayuda como el de microréditos que han
servido para que muchas mujeres puedan salir de la prostitución. Gracias a estas
ayudas económicas estas mujeres podían abrir pequeños negocios con los que salir
adelante (una tienda de comestibles por ejemplo).
Sin embargo, el libro no oculta tampoco la realidad de las cosas; no todos los proyectos
salen adelante, obtienen el resultado esperado. En ese sentido, todo lo que leemos
reviste una enorme verosimilitud, es real, y por supuesto nace siempre de la honestidad.
Hay cosas que hemos conseguido, otras que estamos en ellos y otras en las que hemos
fracasado, aunque Oleran no es hombre de tirar así como así la toalla.
En un mundo cada vez más consumista con gobierno que acatan las consignas de las
grandes naciones capitalistas, donde nadie conoce a nadie y si te he visto no me
acuerdo, el testimonio de un hombre como Oleran nos aporta un poco de optimismo
en ese sentido; de que todavía hay personas que son capaces de luchar por un sueño,
una esperanza o por conseguir un mundo mejor.
Joseph B Macgregor
Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com
Comentario de los lectores:
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