Ana
Título: Ana
Título Original: (Ana, 2017)
Autor: Roberto Santiago
Editorial:
Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
Copyright:
© Roberto Santiago, 2017
© Editorial Planeta, S. A., 2017
Edición: 1ª Edición: Febrero 2017ISBN: 9788408166580
Tapa: Dura
Etiquetas: abogados juicios adicciones asesinatos género negro intriga juzgados literatura española novela violencia de género autodestrucción chantajes mentiras ludopatía amenazas testigos antihéroes fiscales mafias empresariales
Nº de páginas: 861
Argumento:
Ana Tramel había sido una abogada de éxito; la primera de su promoción al terminar los estudios, una penalista respetada en los tribunales y que se disputaban despachos de abogados. A sus cuarenta y tres años, sin embargo, y tras un episodio que la marcó, la vida de la protagonista se parecía poco a las expectativas que su arranque como letrada generó: Adicta al alcohol y las pastillas, divorciada, alejada de su único hermano, aficionada al sexo fortuito e intrascendente..., se ganaba la vida a duras penas en un bufete de su amiga Concha dedicado simplemente a recurrir multas. Le importaba poco seguir con esa rutina destructiva e intrascendente, se sentía cómoda tal y como estaban las cosas, sin asumir responsabilidades y viviendo el presente.
Pero una llamada de Alejandro (Ale), ese hermano pequeño al que no veía en años ni apenas sabía de él, dio un giro en la vida de Ana...: Estaba detenido acusado de asesinato y le pedía a ella que se ocupara del caso. Un día más tarde, cuando la letrada ya había decidido desentenderse del tema y emplazar a Ale a otro abogado, el joven apareció muerto en su celda.
Esa circunstancia fue el desencadenante que propició otro giro de 180 grados en la vida de la mujer. Se puso en marcha de inmediato, encabezó una investigación y se propuso llevar ante la Justicia a los auténticos criminales.
Opinión:
"Ana" es un thriller en el que Roberto Santiago cede la palabra a su protagonista, que no solo da nombre a la novela sino que es casi en exclusiva la que constituye su cuerpo y encadena la trama; una historia que, en definitiva, muestra una lucha de "David contra Goliath". Pero esa mujer, pese a su determinación, cabezonería y valor, no encarna la figura de una heroína en el sentido tradicional, más bien es justo lo contrario, un personaje autodestructivo que a primera vista parece un antihéroe. Ahí, Roberto Santiago ha acertado porque ese detalle humaniza y acerca al lector a la que es la incuestionable protagonista.
Ana Tramel nos narra el día a día de una historia que encabeza, y lo hace sin tapujos, sin ocultar sus adicciones y defectos, confesando a los lectores que puede mentir y traicionar, no expresar emociones porque le molesta hacerlo, mostrarse displicente y dictatorial con los que tiene cerca... y hasta no le importa reírse de sí misma. Su franqueza capta y la determinación con que actúa, también. No solo es una mujer valiente, lanzada y desafiante sino que es capaz de seguir adelante cuando una paliza casi la mata y el rostro le queda desfigurado por importantes heridas que, incluso, la obligan un tiempo a protegerse con máscara... También es cierto que, aunque ella no lo confiesa, vemos que Ana posee un importante sentido de la justicia tras su aparente superficialidad y pasotismo, sensibilidad y suficiente responsabilidad para actuar en favor de otros por mucho que no le guste ni le atraiga tener que tragar con determinados comportamientos.
Como adicta, Ana Tramel tiene sus altibajos y recaídas. Nadie mejor que ella, por tanto, para entender cómo su hermano pudo, supuestamente, asesinar al director del casino de Robredo y luego (censurado-era un spoiler). Y es que Ale fue un ludópata que tras su muerte dejó desprotegidos y con deudas impagables a su joven esposa y un hijo pequeño.
Sin recursos, con la ayuda de su amiga Concha, de jovencísimos abogados a los que no puede pagar y de Eme, un investigador muy bueno que sí cobra, Ana se propone demandar a la empresa Gran Castilla, un gigante empresarial propietario del casino de Robredo, ese que Alejandro frecuentaba.
La obra se va moviendo en torno al mundo de la judicatura: instrucciones, recursos, vistas, acuerdos, sobornos, amenazas, mentiras, intereses, actuaciones partidistas de abogados, fiscales, testigos... Y con todo ello, el lector observa en primera fila algo más: los incontables trapicheos que hay tras el juego, cómo se explota esa adicción, se extorsiona a quienes quieren dejarlo, se les sigue, se les presta dinero o se les amenaza; todo ello dejando a las víctimas desprotegidas.
Las empresas de apuestas y la querella contra una de ellas constituyen el eje principal de la trama, pero hay otra menos llamativa porque queda en segundo plano, pero no es menos importante: la violencia de género, con pactos y luchas encarnizadas por la custodia de hijos, las acusaciones mutuas y determinadas intrigas que abogados de ambas partes intentan poner en marcha para ganar el caso y decantarlo en favor de su cliente.
Hay una interesante crítica en esta obra, y es lo poco o nada que hacen los gobiernos para restringir los anuncios de apuestas, el pasotismo conque se mira a otro lado cuando un ludópata que se ha autocensurado y prohibido la entrada a determinados casinos puede, no obstante, seguir haciéndolo muchas veces. El mundo del juego mueve millones y el Estado recauda millones, de modo que se actúa con hipocresía. Prima la idea de que un sujeto mayor de edad es el único responsable de sus acciones; y lo es, por supuesto; pero no se le trata como lo que realmente es: un enfermo que necesita protección.
Me ha gustado mucho la novela. Es apasionante, intrigante, adictiva (ya que estamos con adicciones) y posee momentos muy intensos, algunos desgarradores y otros repletos de ternura. Todos ellos, no obstante, muy reconocibles en la sociedad actual y los valores, o la ausencia de ellos, que rigen las vidas de muchas personas.
Aquellos lectores a los que les guste moverse entre juicios, instrucciones, recursos, acuerdos y apelaciones..., en definitiva: los tribunales, no pueden perderse este libro. Tampoco los amantes de la novela negra. Hay que leer más de ochocientas páginas, ciertamente, pero se leen de un tirón y con creciente interés.
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Comentario de los lectores:
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