Alvin el oficial. Saga Alvin Maker 4

Opinión:

Es un hecho palpable que las obras de Scott Card tienen vida propia, son universos únicos, en este caso, ucrónicos, que llevan un sello indeleble: un cuidadoso tratamiento de personajes y escenarios. No hay nada fuera de lugar, todo está relacionado y forma parte de un todo.

En esta nueva entrega, la cuarta ya de la saga de Alvin Maker, se consolida el hecho que la magia y los hechizos -en este ucrónico mundo racional-, no son bienvenidos; el que destaca por algo, tampoco es bien recibido. Si a eso le sumamos la relación tensa entre el hombre blanco y la comunidad indígena, la política imperante y que nada es lo que parece, tenemos un cóctel bastante peculiar. Es que las ucronías son así.

Un juicio donde Alvin debe demostrar que ha hecho algo sobrenatural y le pertenece, un maestro herrero que trata de aprovecharse de la situación, cueste lo que cueste. Y en el otro lado del mundo, el hermano menor de Alvin, Calvin, trama una venganza sin precedentes.

El mundo sigue girando, el amor triunfa frente al engaño o el odio, surgen nuevos modos de hacer daño - el Deshacedor habla a través de los animales-, y hace que las cosas se tuerzan un poco más.

Este tomo de la saga tiene ese encanto de lo impredecible, de lo que no está sujeto a las líneas del destino. O tal vez sí, pero lo dejamos correr como si todo fuera producto de la casualidad.

Es que, a veces, se cruzan los caminos -tanto para bien, como para mal-, y sucede el cambio. No se nota al principio, pero luego te vuelcas con el nuevo camino con ganas y buenos propósitos. Así le sucede a varios personajes de la trama, que quieran o no, se van transformando por el camino, mudando la piel interior por otra mejor y más luminosa.

Alvin es un hombre cabal. No sólo por tener un oficio, sino por hacer cosas de hombres -según la época que se vive-, que es proveer, formar una familia, tener un hogar y cuidarlo. Aunque su destino es otro, deja los cimientos construidos para crear todo aquello por lo que lucha: su familia. Ahora necesita construir otro sueño, más bien, otra profecía: la Ciudad de Cristal. Pero esa, esa es otra historia.

Carol Inabé Barba