abraham lincoln. cazador de vampiros
Título: abraham lincoln. cazador de vampiros
Título Original: (abraham lincoln vampire hunter, 2010)
Autor: Seth Grahame-Smith
Editorial:
Umbriel
Copyright: © Seth Grahame-Smith, 2010
© Umbriel, 2012
Traducción de Camila Batlles Vinn
1ª Edición, Junio 2012
ISBN: 9788492915149
Etiquetas:
autores
esclavitud
esclavos
escritores
estadounidenses
guerra
guerra de secesión
historia de américa
historia de norteamérica
horror
literatura americana
literatura estadounidense
literatura norteamericana
miedo
norteamericanos
terror
Argumento:
Abraham Lincoln , decimosexto Presidente de los Estados Unidos, pasó a la Historia como el hombre que abolió la esclavitud y que supo sacar al país de la tragedia que supuso la guerra de secesión. Lo que nadie sabe es que su lucha a favor de las libertades iba pareja a una lucha contra el Mal; todos estos datos fueron recogidos en un diario que hoy ha visto la luz y demuestran que Lincoln salvó a la humanidad de un destino peor que la muerte.
Opinión:
Muchas veces se me ha acusado de ser muy purista con el género de terror en general y con los vampiros en particular. Por supuesto esto no es cierto, ya que de ser así una de mis películas favoritas jamás sería (y lo es) “El baile de los vampiros”, una de las mejores comedias de horror en la que el mito vampírico recibe un varapalo. Así pues no es cuestión de purismo, o de falta de sentido del humor, por el contrario es una cuestión de sentido común. Conste que soy de las que piensa que hay pocas cosas sagradas dentro de la literatura, todo es susceptible de ser parodiado o revisado, pero también creo que esto no significa que todo vale sólo con la intención de vender más ejemplares. Lamentablemente Seth Grahame-Smith piensa que sí en ambos casos, su segunda novela en ver la luz en nuestro país es un claro ejemplo de ello.
“Abraham Lincoln. Cazador de vampiros” cuenta con un prometedor arranque, una introducción en el estilo de aquel Stephen King de finales de los 70 y principios de los 80 que nos hacía presagiar algo realmente bueno. Tras ese inicio lleno de misterio e intriga asistimos a los primeros años de vida de Lincoln, son los mejores momentos de la historia. Acción, rebeldía, inquietudes, preguntas sin respuesta, se dan la mano con un telón vampírico de fondo en el que comprendemos por lo que el joven está pasando y nos creemos que eso llegara a ser posible. Si bien es cierto que está concepción del futuro Presidente recuerda sobremanera al Dean Winchester de la serie “Sobrenatural” no molesta, estamos disfrutando mucho con lo que se nos cuenta, la ambientación es propicia y encaja a la perfección con un chico que ha tenido que pasar momentos duros, terribles y terroríficos; luego Abraham crece… y llega el desastre.
Uno de los problemas de la historia es haber querido mantener inalterado el carácter histórico del personaje, el carisma de Abe es mundialmente conocido y empieza a desentonar con el escenario planteado. Nos encontramos en este punto con un protagonista que se convierte en la marioneta de un puñado de vampiros, que ejecuta los actos que ellos le dicen sin plantearse cuestión alguna, el Abraham Lincoln de Grahame-Smith se ha convertido en un esclavo, en el brazo armado de las criaturas que trata de combatir; esto choca con la manera de ser del personaje, el autor, al no querer remodelar la personalidad real de Abe, cae en continuas contradicciones como, por un lado narrar en primera persona la férrea voluntad de exterminar a esas criaturas, y por otro, asistir en tercera a sus actuaciones por orden del vampiro como si fuera un perrito faldero. Esto nos lleva a uno de los puntos más lamentables de toda la trama: el motivo por el que Lincoln quiere abolir la esclavitud. A este supuesto Lincoln le importan tres pepinos que los negros sean tratados como escoria, si se les reconoce como personas o no importa poco, el único fin que quiere lograr es que no haya vampiros, y como estos se alimentan de esclavos hay que acabar con la esclavitud. Así de claro, así de triste, así de provocación barata.
Como dije más arriba, hay pocas cosas sagradas, pero reducir uno de los mayores logros de la humanidad a una cosa tan burda, y a la vez querer dotar el todo de una seriedad elevada, es oportunismo y mal gusto. Si el escritor pretendía hacer algo realmente exagerado sólo tendría que haber escrito “Adolf Hitler y el Holacausto de los zombis”, hablarían de él, se montaría un cirio descomunal, y a él le importaría muy poco lo que dijeran de su obra. Y en realidad muy poco le tiene que importar todo para, además de ningunear la libertad de la raza negra, documentarse en la wikipedia y calcar párrafos, expresiones y situaciones; digo yo que será porque en Estados Unidos no hay eruditos, profesores e historiadores especializados en la figura de Lincoln y en la guerra de secesión (que en la novela se reduce a un capítulo y, sí, adivinais bien, ganan los buenos gracias a los vampiros que Lincoln se quiere cargar… entonces ¿es Abraham el malo, no?). La narración es un cúmulo de despropósitos que se basa en el manido y erróneo principio de
“cuenta lo que quieras, haz lo que te dé la gana, pero con muchos puñetazos, sangre y, si puedes, explosiones, que a la gente (en especial a la chavalería) le vuelve loca”.
Mientras aniquila vampiros, acata sus órdenes y le pasa alguna cosa más, llega a convertirse en Presidente de la nación. A estas alturas creo que no hace falta que os diga quién se encarga de que ocupe este puesto, lo que te lleva a pensar una vez más: ¿para qué quieres matarlos, sin son tus mecenas?; pero ya te da igual, sólo quieres llegar al final y ver si el magnicidio se va a convertir en una versión retro del teatro de los vampiros que aparecía en la “Entrevista con el vampiro” de Anne Rice.
Lo peor de todo es que la novela pretende pasar por una historia seria para adultos, cuando la realidad nos dice que este tipo de pastiches, revisiones o reinterpretaciones históricas, necesitan un punto irreverente y gamberro para no caer en el más absoluto de los ridículos. Se puede hacer parodia de los monstruos, la saga de “La cocina de los monstruos” de Martin Piñol, lo deja claro, nos podemos mofar de la Navidad y lo que representa como demostró Christopher Moore en “El Ángel más tonto del mundo”, incluso carcajearse sobre Jesucristo sin herir sensibilidades con David Safier y su “Jesús me quiere”, pero no se puede coger un personaje histórico, rodearlo de vampiros, pillar cuatro datos de internet y hacerse llamar escritor, máxime cuando tu anterior novela no está escrita por ti, si no por una tal Jane Austen. Añadir zombis, vampiros, hombres lobo, momias, o lo que sea a una historia ya existente, no es escribir, es aprovecharse de la situación.
Puede que en un pasado alternativo en la tarjeta de visita de El Honesto Abe viniera escrito “Abraham Lincoln. Cazador de vampiros”, no lo sé, de lo que sí estoy segura es que en la de Seth Grahame-Smith pone provocador y oportunista, de escritor le ha tocado poco.
Patricia Rubiera
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