A la caza de la mujer

Opinión:

James Ellroy es un escritor de muchísimo éxito, no sólo en Estados Unidos si no en Europa, y confieso que jamás leí un libro suyo por una sencilla razón: el género negro no me atrae especialmente. No obstante tenía verdadera curiosidad por conocerle como ese personaje que se esconde tras -casi- una leyenda, la del niño que deseó la muerte de su madre y se convirtió en un escritor famoso.
 
Estoy absolutamente convencida de que si Ellroy no hubiera focalizado su rabia, sus miedos, su descontrol y todas sus fobias hacia la escritura, llevaría muchos años enterrado. Es un superviviente de las drogas, del alcohol, del desfase, de la criminalidad incluso (sorprendente que se confiese merodeador nocturno y algunas de las cosas que llega a hacer). Ellroy se describe como un ser atormentado, confuso, peligrosamente obsesivo, a veces paranoico y sobre todo hipocondríaco. Y quien quiera acercarse a la persona saldrá sorprendido de su lectura.
 
Los lectores que le siguen por sus novelas podrán descubrir algunos detalles que tienen que ver con éstas y las mujeres de su vida.
 
Pero la autobiografía -que lo es y se intuye muy personal; no es "literatura" y de hecho a mí me ha parecido de un escaso nivel literario- probablemente no tenga nada que ver con el estilo de sus novelas pues el éxito, dicen, se haya no sólo en las tramas si no también en su prosa. Alguien me lo definió como "una bajada a los infiernos", y esta misma autobiografía lo es, pero no quiero pensar que su estilo con las novelas sea el mismo. A veces me ha parecido que se iba por las ramas, como si volcara pensamientos en el preciso instante en que tenía el folio en blanco delante y necesitara rellenarlo, e incluso he visto intentos de regalar frases memorables que no tienen ningún sentido. Pero ése es Ellroy, para bien o para mal.
 
Lo disfrutarán sobre todo tres grupos de personas: los que tengan curiosidad por la personalidad humana (y esta es muy compleja, tremendamente atormentada); quienes les siguen como autor para conocer la relación entre sus obras y su vida; y por último los que se sienten atraídos por las bajadas a los infiernos personales contadas en primera persona.
 
Eso sí, me alegro enormemente de no haberme cruzado en su vida como mujer. Ellas, las otras, lo han aceptado todo, pero leyendo "A la caza de la mujer" he llegado a fruncir el ceño y a preguntarme cómo es posible que este señor haya contado tantas intimidades de sus amantes, incluida la actual, y ellas le hayan permitido publicarlo. Pensarán que da glamour, no lo sé.
 
Anika Lillo