El pueblo en la guerra

Opinión:

La versión que nos ofrece por primera vez en castellano Hermida Editores corresponde a la segunda edición de "El pueblo en la guerra" donde la autora procedió a agrupar los fragmentos por su contenido: qué pensaban de la guerra, de los jefes, etcétera y que le sirvió para la confección de los diferentes capítulos.

El prólogo "Confesiones a tumba abierta" de Jaime Fernández analiza de forma excelente tanto la obra como su historia. Y, por su parte, la traductora Olga Korobenko nos ofrece una breve semblanza biográfica de la autora.

La obra se compone de párrafos sin conexión entre sí; son retazos de las conversaciones que mantenían entre ellos los soldados heridos que cuidó Sofia Fedórchenko. Son testimonios directos de hombres que vivieron el infierno de la Primera Guerra Mundial, considerada como la primera guerra moderna de la historia, donde se utilizaron las primeras armas químicas y, podríamos decir que también, las primeras armas de destrucción masiva.

Nos hablan de los horrores que vieron y de los que fueron capaces de cometer. En sus páginas encontramos testimonios de violencia, de heroísmo, de odio y de compasión.

A pesar de que nos hablan de una de las mayores tragedias de la historia europea del pasado siglo, pocos son los pasajes que llegaron a conmoverme. Es evidente que la violencia forma parte de nuestras vidas cotidianas, presente en forma de noticias, sucesos y también forma parte de nuestro ocio. Esta violencia, muchas veces gratuita, nos ha insensibilizado, ha elevado nuestro nivel de tolerancia hacia esa misma violencia y quizás también nos ha deshumanizado en cierto grado. Creo que el valor de la obra radica precisamente en este hacernos tomar conciencia del grado de tolerancia hacia la violencia y el horror de nuestra sociedad, algo sobre lo que deberíamos reflexionar seriamente.

"El pueblo en la guerra" es el testimonio de una época ya desaparecida que a pesar de provocar una guerra que asoló Europa sin duda era mucho más humana que nuestra sociedad en tiempos de paz.

Jaci Alía Arreche