Cartas a un joven poeta

Opinión:

A pesar de las contadas ocasiones en que esta reducida obra de apenas cien páginas se ha editado, su lectura no deja de inspirar una y otra vez a los lectores y escritores, que disfrutan de la prosa de este autor de origen austrohúngaro.

Quizá más conocido en su versión lírica, "El libro de las horas", poemas varios, "Elegías de Duino", "Sonetos a Orfeo", su versión en prosa no puede separarse de la poesía con la que enmarca todos sus escritos de un modo insinuante. Leer las "Cartas a un joven poeta" se convierte en un ejercicio a doble espacio, en donde convergen la prosa y la lírica entroncadas en esa sucesión epistolar que mantuvo a lo largo de unos cinco años con un poeta cuyo nombre no era conocido. Esto ya nos da una idea sobre el Rilke persona que podemos encontrar tras sus escritos. Un escritor brillante, con alma viajera y mundana, apasionado por aquello que practicaba.

Rilke, todo hay que decirlo, no se corresponde con el autor perdido ni con el romántico bucólico que vive fuera del mundo, sobre todo en lo que a relaciones se refiere, sino que a través de su biografía saltan varios nombres de mujeres estupendas que le acompañaron, incluso hasta el lecho de muerte, como fue el caso de Lou Andreas-Salomé. Ya fueran amores no exentos de cierto aire tormentoso, como historias plagadas de bienestar y amistad genuina, las mujeres que rodearon a este escritor tuvieron un común denominador artístico que probablemente jugó un papel inspirador para la consecución de sus obras, y no menos importante fueron los personajes procedentes del mundo artístico e intelectual de la época, un lujo, a saber: Rodin, Cezanne, Clara Westhoff, Elisabeth Dorothea Spiro (madre de Balthus), por nombrar algunos.

Diez cartas que a modo de biografía sitúan al autor en escenarios diversos de Europa, en cuyo periplo coinciden casualmente el de la carta primera y la última, ambas escritas desde París, en donde se instaló. Pisa, Bremen, Roma y Suecia componen el abanico de paisajes epistolares desde los que a través de su pluma advierte al joven poeta de los peligros que conlleva imbuirse en lo cotidiano, ya que la poesía, según Rilke, y lo extiende a toda la escritura, debe evitar lo conocido e ir más allá, trascender la rutina y el cuerpo habituales hasta tocar lo sublime, lo inalcanzable. De aquí partirán las ideas acerca del terreno sobrenatural y los estadios abstractos, que más que nada suponen huir de las convenciones, algo que al poeta Rilke le preocupa sobremanera, y que sin lugar a dudas él no padeció.

"Cartas a un joven poeta" sigue siendo una obra que recomiendo tanto a los escritores que comienzan, como a aquellos que sientan la necesidad de recuperar lo genuino de sus comienzos. Cartas en las que modestas opiniones sobre la vida, la soledad, las buenas maneras, la mente abierta y el carácter mundano del autor permanecerán por siempre, para volver a ellas una y otra vez, en soledad, como nos aconsejaría el propio autor nadie se conoce si no es atravesando la soledad con mayúsculas.

Qué mejor que hacerlo con sus cartas.

Saray Schaetzler