La canción de amor de Jonny Valentine

Opinión:

Jonny Valentine es un personaje inventado, fruto de la imaginación de Teddy Wayne: la opinión pública se ha puesto de acuerdo en compararlo con Justin Bieber, debido a la multitud de similitudes con respecto a Jonny Valentine en muchos aspectos privados y profesionales, pero también puede compararse con las biografías de otras jóvenes y mediáticas estrellas Disney y similares, como por ejemplo Miley Cirus, Britney Spears, Selena Gómez o Justin Timberlake.

Sin ser ningún prodigio de redacción, lo que sorprende de la novela es que precisamente engancha como uno de esos pegadizos estribillos pop de los que se sirve para realizar una crítica mordaz a la industria musical y al sistema capitalista en el que se enmarca. Está escrita en primera persona, pero con unos recursos sintácticos y lingüísticos impropios de un niño de once años, por lo que al lector le llega como la voz de la joven estrella que recordase esos años agridulces una vez pasada con creces la mayoría de edad.

Uno de los primeros datos que conocemos al inicio de la novela, es que el pequeño cantante toma pastillas para dormir prescritas por su médico y consentidas por su madre, quien actúa también como manager. También, que puede escaparse del hotel porque no siempre le vigilan, por lo que sus teloneros, unos jóvenes rebeldes sin causa, consiguen llevarle a una discoteca y emborracharle. Queda claro que tantos abusos y precocidad en el joven le dejarán huella y pasarán factura.

Por otra parte, le resulta difícil saber qué siente en cada momento su madre a través de la expresión de su cara, puesto que el bótox ha eliminado la expresividad de esta ex-cajera que se ha convertido en millonaria de la noche a la mañana.

El precio que la diosa Fama exige a cambio de otorgar un brillo tan potente a la joven estrella, es altísimo, y ese brillo además es adictivo: el niño sabe que ya ha ganado tanto dinero que podría retirarse en ese mismo instante y tendría la vida resuelta sin más complicaciones, pero la rueda del capitalismo debe seguir girando, y cuando un pez se ha convertido en tiburón no quiere sino seguir creciendo hasta convertirse en un monstruo capaz de devorarlo todo. Eso es lo que convierte a esta novela en un libro interesante: que no está dirigida de ninguna manera a un público juvenil que quiera entretenerse con las aventuras de un ídolo pop, sino que, por sus fuertes críticas sociales, que palpitan tras cada frase, y por las escenas directamente relacionadas con drogas y sexo, esta novela está claramente dirigida a un público adulto e inteligente que sepa ver más allá de lo que la publicidad nos quiere insertar, como un virus, en el cerebro.

Algunas reflexiones a lo largo de la novela sorprenden por su ingenio, mordacidad, frescura y certeza: el postureo de la red social Twitter, las carencias emocionales de las personas que comen demasiado, los complejos que sufren los preadolescentes, la violencia de la pederastia y un largo etc.

Un libro, por tanto, que traspasa lo superficial del tema que trata y consigue interesar al lector por los tejemanejes de los magnates de las discográficas, que no promueven la carrera de personas, sino de productos. 

Mar López