Viajes de un desmemoriado

Opinión:

Galdós es siempre Galdós, un indispensable en nuestras bibliotecas. Es cierto que todos conocemos sus novelas, sus admirables Episodios Nacionales, pero lo que no es tan conocido es su faceta como viajero. No obstante, sus observaciones de las ciudades europeas que visitó, las experiencias que vivió y los retratos que cautivó su retina de otras realidades, contribuyeron a construir al gran Galdós, observador y detallista, destacado representante del realismo español que conocemos.

"Viajes de un desmemoriado" comienza con un paseo relajado por la costa cantábrica, donde nos muestra la inmensidad del mar, la indudable calidad de la cocina de la zona, sus garbanzos, el jamón de Potes, etc. Galdós nos lleva de la mano por empinadas carreteras, callejuelas silenciosas y nos hace preguntarnos cuánto quedará aún de todo eso en las localidades que visitó. Dan ganas de coger la maleta y visitar Comillas, San Vicente de la Barquera, Potes, etc y ver si aún se conservan como las pudo contemplar él, seguir con este libro en la mano el mismo itinerario que él.

Nos transportamos a El Toboso y Galdós se hace la misma pregunta que nosotros, ¿cuánto queda de aquella tierra que Cervantes describiera en su Quijote? Galdós se deja llevar por ese embrujo cervantino y, de noche, en soledad, visita sus calles y rememora pasajes en los que Quijote y Sancho buscan el palacio de doña Dulcinea.

A continuación, nos encontramos con una selección de los pasajes de las "Memorias de un desmemoriado" en las que Galdós habla de sus viajes.

Comienzan estas memorias con su llegada a Madrid, sus novillos en sus estudios de Derecho para pasear por sus calles, esas calles que califica de "infierno" al ver las revueltas que tiñen sus rincones de cañonazos, sangre y odio.

Viajará entonces a París con ocasión de la Exposición Universal y la Ciudad de la Luz le dejará fascinado. Regresará a España y será testigo del derribo de Isabel II, la entrada de Prim y otros acontecimientos del momento como periodista de un semanario. Galdós siempre ofrece estampas de primera mano y nos hace sentir testigos de excepción.

Seguirán viajes a Lisboa, de nuevo París, Berlín, Hamburgo, una ruta por Inglaterra, Bolonia, Florencia, Nápoles, Pompeya…es inevitable pensar cómo pudo Galdós viajar tanto en el siglo XIX y es que el autor vivió una época en la que los medios de locomoción comenzaron a sufrir una gran transformación posibilitando cada vez viajes más rápidos y cómodos.

Esto hizo posible que Galdós, al que todos imaginamos inmerso en el arduo trabajo de retratar las miserias y almas del Madrid decimonónico, nos dejara constancia en estos textos de su paso por Italia, Francia, Inglaterra, Alemania… otros países con otras realidades que, sin duda, le ayudaron a construir con mayor precisión el retrato de aquella España convulsa que con tanto realismo nos legó.

Sin aquellos viajes, sin el impacto que pudo producir en él ver el París que poco a poco se convertía en la Ciudad de la Luz, sin la modernidad de las capitales europeas, sin observar la vida de diferentes zonas de la España que le tocó vivir, Galdós no habría realizado estampas tan vivas de la realidad española, sus gentes, sus costumbres, sus miserias...

"Viajes de un desmemoriado" es un libro hermoso por todo lo que nos descubre de Galdós que no teníamos presente. Su forma de ver cada detalle, detenerse en aquello que a los demás nos pasa desapercibido, sus textos a veces concisos a veces poéticos…

Galdós siempre será recordado por ser muy reservado, pero en estos textos se entrega con gran generosidad a los lectores, compartiendo gustos, impresiones y añoranzas.

Ana Trillo